miércoles, 14 de enero de 2015

LA BIBLIA ES EXACTA EN TEMAS HISTÓRICOS

 LA BIBLIA ES EXACTA EN TEMAS HISTÓRICOS
s/TJ:
¿Por qué vale la pena  investigar la Biblia?. La Biblia es un libro de historia exacta.
("La Atalaya" 1/2/2015, pág 7-9)

La Biblia es exacta en temas históricos. Una de las pruebas que apoyan que la Biblia es inspirada por Dios, es que “Nadie jamás ha podido demostrar que la Biblia sea inexacta en materia histórica. Sería muy difícil fiarse de una obra que tuviera inexactitudes. Imagínese que un libro de historia moderna situara la segunda guerra mundial en el siglo XIX o que llamara rey al presidente de Estados Unidos. ¿No minaría esto su credibilidad?” ("¡Despertad!" 11/7/2007, Razones para confiar en la Biblia, pág 5)

Análisis:

Podríamos estar de acuerdo en esta afirmación de los TJ en cuanto a la exactitud de la materia histórica que nos ofrece la Biblia. Pero no son precisamente los TJ quienes en su doctrina demuestran que creen lo que nos dicen al respecto. Así, por ejemplo, la famosa fecha de 1914 que es la base de su doctrina ya que en esta fecha, según los TJ, Jesucristo fue entronizado rey del Reino de Dios, reino que es estimado por los Testigos de Jehová como la cosa más importante de sus vidas (“Sea Dios veraz”, pág 128), no está cumpliendo las expectativas previstas, ni mucho menos. Podemos, por ello, comprender los esfuerzos que efectúan  los redactores de Brooklin –los que dirigen la organización  de los TJ y que tienen su sede en esta ciudad de los EEUU.- para mantener en pie la cronología que les ha llevado por medio de sus cálculos a 1914, ya que no son esfuerzos sólo para justificar esta fecha, sino para defender toda su doctrina, sus creencias, su sociedad, su organización y… su medio de vida.

Y es que 1914 fue el año profetizado por Russell-primer presidente de los TJ- como el del Armagedón: “En vista de esta evidencia fuerte de la Biblia, consideramos como una verdad establecida el que el fin cabal de los reinos de este mundo y el establecimiento completo del Reino de Dios se realizará para el fin de 1914” (“Testigos”, pág. 57). Tal vez ninguna otra religión en los tiempos modernos ha puesto su confianza a tal grado en una determinada fecha y se ha hecho dependiente de la misma. Durante varias décadas, el año 1914 ha sido el centro de toda la doctrina de los TJ.

Evidentemente, en 1914 no ocurrió el Armagedón profetizado. Sin embargo, el año 1914 marcó un acontecimiento histórico importante: el comienzo de la primera guerra mundial. Los TJ quisieron transformar en victoria el fracaso de Russell de 1914: “Aunque en aquellos días no entendieron completamente lo que esto significaría, estaban convencidos de que 1914 sería una fecha de viraje en la historia mundial” (“Apocalipsis”, pág 105) y tenían que aprovechar la ocasión. Así, los TJ empezaron a señalar a 1914, desde los años 1940s, como el año en el que Jesucristo, de forma invisible, es entronizado rey del Reino de Dios, empezando a tener aplicación las palabras de Jesucristo: “En verdad les digo que de ningún modo pasará esta generación hasta que sucedan todas estas cosas”.

También ahora el tiempo asignado para que se cumplan las cosas previamente anunciadas por Jesucristo se está estrechando y se acorta de una manera embarazosa para los TJ. Cada año que pasa contribuye a que se acentúe el malestar interior en la organización, ya que se han cumplido en 2014 los cien años de la fecha de 1914 sin que ocurra nada de lo que estaba previsto que ocurriera… y no se le encuentra una aplicación aceptable a las palabras de Jesucristo.

Los TJ han anclado con tal fuerza 1914, con todo el significado que se le atribuye en su doctrina, que quitarlo de en medio supone que la justificación para su autoridad se evapora por completo. Pero habrá que tomar decisiones porque todas las fechas que los TJ han estado aireando a lo largo de décadas han perdido su sentido.

Y 1914 fue fijado por los TJ a partir de la fecha de 607 aC que los TJ dedujeron erróneamente de la Biblia como año de la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor. Y no es que la Biblia facilite información errónea. Lo que ocurre es que ha de saber utilizarse. Y para este año, como para tantos otros, es la ciencia extrabíblica la que facilita la información precisa que nos permite fijar correctamente las fechas. Así 586 es la que nos da la ciencia unánimemente para dicho evento. Pero los TJ mantienen artificiosamente su cronología, convirtiendo a 1914 en una quimera y todo el reino y la sociedad del Nuevo Mundo en un gran fraude.

Por lo tanto, con estos razonamientos no demostramos que la Biblia sea inexacta al tratar temas históricos, pero sí que la mala y tendenciosa utilización de sus datos, son los que hacen que se adopten resoluciones erróneas y falsas que la propia historia se cuidará de corregir.

En el capítulo 10 del libro “Crisis de conciencia”  escrito por Raymond Franz (ex miembro del Cuerpo gobernante de los TJ) se puede leer a lo largo de más de veinte páginas las luchas intestinas de los TJ para mantener el año 1914. 

s/TJ:

En las  últimas dos centurias la  historia antigua ha sido  iluminada en grado  notable por  la excavaciones  arqueológicas. 
Las  tumbas de  los faraones  en Egipto,  los magníficos  palacios de  los reyes  de Asiria, Babilonia y  Persia, así  como las  ruínas de  centenares de  ciudades y pueblos, han  suministrado literalmente toneladas de  material.  ¿Qué ha revelado esto  en cuanto  a la  historia bíblica?.  Vez  tras vez  se ha hallado que los lugares geográficos mencionados enla Biblia son exactos. Probablemente,  por  esta  razón,  el  Dr Ze'ev  Shremer,  jefe  de  una expedición  geológica  en  la  península del  Sinaí,  declaró:  "Tenemos nuestros propios  mapas y  planos para  examen geodésico,  por supuesto, pero donde  la Biblia  y los  mapas están en  conflicto, optamos  por El Libro" ("The sun")

Nombres  de personas  que anteriormente  sólo se  hallaban en  la Biblia también han aparecido en inscripciones antiguas que han sido desenterradas. Cerca  de la  puerta de Istar  en Babilonia  se hallaron varias  tablillas  cuneiformes  que  contenían  listas  de  raciones  de alimento para  trabajadores y cautivos. Algunas de estas  revelaron el nombre de  "Yaukin, rey de la  tierra de Yahud", la  forma babilónica de "Joaquín, rey de  Judá".  El relato bíblico que se da en (2Re 25;27-30) describe el cautiverio babilónico de Joaquín y el hecho de que se le dio una porción designada diaria de alimento.  Otros reyes de Judá e Israel, tales  como Acaz,  Manasés, Omri,  Jehú,  Menahén y Oseas, aparecen en registros cuneiformes de antiguos emperadores asirios.

Además de  estos reyes hebreos,  muchos otros nombres históricos  que la Biblia menciona pero que anteriormente no se encontraban en historias no bíblicas han salido  a la luz.  Por siglos sólo  la Biblia hacía mención del emperador asirio Sargón (Is 20;1).  Entonces en 1843 se descubrieron las inmensas ruínas de su palacio  cerca de Khorsabad.  Hoy Sargón II es uno  de  los  reyes  asirios  de cuya  existencia hay más completa documentación. ("¿Es la Biblia realmente la palabra de Dios?" pág 45-46)

La exactitud  histórica de la  Biblia es prueba  adicional de que  es la dádiva de Dios a la humanidad. ("La Atalaya" de 15.5.92, pág 6)

Otro hecho: En  el Museo británico un visitante puede  ver la Crónica de Nabonides. En ella  hay  una descripción  de la  caída  de la  antigua Babilonia, como la que da la  Biblia misma (Dn 5;30-31).  Pero la Biblia dice  que Belsasar  era  entonces  rey de  Babilonia.   Sin embargo, la crónica de Nabonides  ni siquiera nombra a Belsasar.  De hecho, hubo un tiempo en que todos los escritos antiguos conocidos decían que Nabonides era el último rey de Babilonia.  Por eso, alguno de los que dicen que la Biblia no es  verídica alegaban que Belsasar nunca había  existido y que la Biblia estaba  equivocada. 

¡Pero  en los  últimos años  se han  hallado escritos  antiguos que  han identificado a Belsasar como hijo de  Nabonides y corregente de su padre en Babilonia  en aquel  tiempo!  Sí, la  Biblia realmente  es verdadera, como lo prueban muchísimos ejemplos. ("Usted puede vivir... pág 54 y 55)

Análisis:

El libro  de Daniel  es famoso  por sus  inexactitudes históricas, pues  se dice, entre otras anomalías, que Baltasar era hijo de Nabucodonosor,  cuando  en  realidad  fue hijo  de  Nabónides  (Dn 5;2), el cual  no era descendiente directo  de Nabucodonosor.  Por otra  parte, aparece  un misterioso  personaje, llamado  "Darío el Medo", gobernador  de Babilonia antes  de Ciro (Dn 6;1)  (Dn 9;1). Además,  en (9;1)  se  le  llama hijo  de  Asuero (Jerjes).   Así, pues,  de un  lado, el  autor supone  un gobernante  medo, sucesor del rey babilonio  y antecesor al persa, Ciro, y  del otro aparece como hijo de un rey persa muy posterior a Ciro.  Pero también aquí hemos de  pensar más en la  finalidad teológica del relato  que en las contradicciones  históricas, que para el  hagiógrafo no tienen importancia.  En  los capítulos  anteriores ha  querido patentizar como la sabiduría y poder de Dios están sobre todos los reyes, aun los más  poderosos.  Ahora quiere  mostrar que el castigo  de Dios llega a  quienes se  han permitido sacrilegios  con las  cosas más santas, reservadas a Dios.  La escena de este capítulo tiene lugar  no en tiempos de Nabucodonosor (605-563), sino en tiempos del "rey Baltasar", hijo  de Nabónides,  el último  monarca de  la dinastía babilónica, suplantada por  la persa. El hagiógrafo  da el título de  rey a Baltasar, aunque propiamente nunca reinó, pero tuvo temporalmente potestades delegadas de su padre.  Se dice de él que era hijo de Nabucodonosor, cuando en realidad lo era de Nabónides. La  dificultad puede explicarse fácilmente pensando que el  hagiógrafo no pretende dar precisiones históricas, sino que habla de un modo popular, suponiendo que Baltasar, por el hecho de ser sucesor de Nabucodonosor, sea su hijo, aunque en realidad no sea ni nieto.

Pero este razonamiento de poca  rigurosidad histórica -por otra parte presente en todo el AT- no puede ser aceptable para los TJ para quienes siendo  Dios quien directamente dicta, en este caso, el libro de Daniel, no puede dictar imprecisiones ni errores históricos. ¿Cual es, pues, la solución?

El nombre asisiro de Baltasar es: Bel-shar-usur  ("Bel protege al rey") y aparece como hijo de Nabónides en la llamada "Crónica de Nabónides", aunque  en la  misma crónica al  explicar la  caída de Babilonia nada se  dice de Baltasar. Nabónides  (556-539), por su parte, era usurpador descendiente de  una familia noble de estirpe aramea de Jarán y, por lo tanto, no descendía por la sangre, de Nabucodonosor.  Nabónides  probablemente para  reprimir revueltas, trasladó su residencia  al  oasis  de Teima,  en  el desierto  de Arabia, al sudeste de Edom. Allí permaneció durante unos diez años,  dejando los  negocios de  Babilonia  en manos  de su  hijo, Baltasar. 

Aunque Nabónides regresó a Babilonia  aclamado -según  el propio Nabónides- por el pueblo, parece que sus medidas religiosas siguieron provocando disensines. Babilonia estaba dividida interiormente desde tiempo atrás y mal preparada para hacer frente a  una emergencia  nacional.  En  octubre del  539 aC,  el general Gobrías, babilonio que se había  pasado a Ciro, tomó Babilonia sin lucha. Nabónides fue hecho prisionero y unas semanas  más tarde Ciro entraba triunfalmente en Babilonia. La crónica de Nabónides fue descubierta en 1879, y sí nombra -como hemos  dicho- a  Baltasar como  hijo  de Nabónides,  aunque no  lo relaciona en la  toma de Babilonia por Ciro.  A  Baltasar ya se le conocía antes  de descubrirse la  crónica de Nabónides. En una   "Historia Universal", editada en  1877,  en su  pág 49, concretamente  se dice: "Reinaba Nabonahid (555-538) cuando  fue tomada por Ciro,  Babilonia, mal defendida por  Balthasar, hijo de aquel monarca"

s/TJ:

En  oración a  Dios, Jesucristo,  dijo: "Tu  palabra es  la verdad"  (Jn 17;17)  Pero,  ¿apoyan  esta  declaración los  hechos?   Estudiantes  de historia que han  estudiado la Biblia suelen quedar  sorprendidos por su exactitud.  La Biblia contiene nombres y detalles específicos que pueden ser confirmados.  Considere algunos ejemplos: La victoria que logró hace casi  3.000 años  el faraón  Sisac sobre  le reino  de Judá,  durante la gobernación de Roboam, hijo de  Salomón (1Re 14;25-26).  La rebelión del rey  Mesa de  Moab  contra  Israel.  (2Re  1;1)  (2Re  3;4-27).  El  rey Ezequías manda  construir el túnel  de la  piscina de Siloé  (2Re 20;20) (2Cr 32;2-4).

Sucesos mencionados en la Biblia,  además de costumbres, títulos y otros detalles, frecuentemente  han sido ilustrados  o sus paralelos  han sido mostrados por inscripciones y  otros objetos  desenterrados.  Esto  es cierto de  los capítulos 39  a 50 de Génesis,  que describen la  vida de José  en  Egipto,  temprano  en  el  segundo  milenio  aC.   Monumentos, inscripciones y pinturas  egipcias ilustran una cantidad  notable de los rasgos de  este relato.   Los nombres egipcios,  la cárcel,  los títulos "jefe  de los  coperos"  y  "jefe de  los  panaderos",  el requisito  de afeitarse cuando se estaba para  comparecer delante de Faraón, el puesto de primer ministro y administrador de alimentos, la fuerte influencia de los magos  en la  corte egipcia, las  prácticas de  entierro egipcias... todas  estas cosas  tienen un  claro paralelo  en las  cosas que  se han descubierto.  El relato bíblico  lleva todas las señales características de la historia genuina basada en testimonio de testigos oculares. ("¿Es la Biblia realmente la palabra de Dios?", pág 46)¿Quiere decir esto que ahora hay armonía absoluta entre la Biblia y toda otra historia antigua?  Definidamente no.  Tampoco deberíamos pensar que todas  las interpretaciones  que  dan a  sus  hallazgos los  arqueólogos concuerdan en  todo respecto  con la Biblia.   Pues bien,  ¿debería esto cambiar  nuestro  punto de  vista  acerca  de la  Biblia  y  de que  sea genuinamente histórica?  De ninguna manera.

Para comenzar,  en la Biblia  hay muchos  pasajes que se  remontan hasta tiempos más  lejanos que  los que  abarcan cualesquiera  otras historias antiguas aceptadas. Además, la mayoría de los  historiadores modernos reconocen que  los registros antiguos  de Egipto y Mesopotamia  dejan de ser de valor  a cierto punto en  el pasado.  Para ilustrarlo,  lo que se conoce  como  "La  lista  sumeria de  reyes"  procedente  de  babilonia, comienza así:

"Cuando  la  gobernación  real   fue  bajada  del  cielo,  la gobernación real fue (primero) en Eridu.  (En) Eridu, A-lulim (llegó a ser rey) rey y rigió por 28.800 años.  Alalgar rigió por  36.000 años.   Dos reyes  (así) le  rigieron por  64.800 años" ("Ancient Near Eastern Texts", pág 265)

Finalmente, después de alistar ocho  reyes como reyes que gobernaron por una suma  total de 241.000 años,  habla del 'diluvio barriendo  sobre la Tierra', ¿Habría  algún fin en tratar  de armonizar el relato  que da la Biblia de los tiempos prediluvianos  con este relato babilónico?  ¿A qué grado,  pues, podemos  esperar armonía  entre  la Biblia  y la  historia antigua?  ("¿Es la Biblia realmente la palabra de Dios?", pág 47-48)

Análisis:

No creo que los TJ expongan como razón para no tratar de armonizar estos dos textos el hecho de  que en el relato babilónico se habla de personas  que vivieron 28.800 años. Si los TJ creen  que hubo personas que  vivieron cerca  de mil  años, ¿por qué  no va  a ser posible que los hubiera que alcanzaron los 28.000 años? La única respuesta será, porque la Biblia no registra estas edades. Y así, se cierra toda posible discrepancia... pero no se demuestra que la Biblia  tenga  razón, y  máxime  cuando  la  ciencia habla  de  un       promedio de vida de 40 años.

s/TJ:

Considere la historia posdiluviana que da  la Biblia. Muestra a  la humanidad extendiéndose sobre  la Tierra desde un  punto central durante la última parte del tercer milenio aC.   Ese punto central fue el de las llanuras de Sinar. La Biblia declara que allí los  hombres actuaron en oposición  a la  voluntad  de Dios  al proceder  a  edificar una  ciudad llamada Babel  y tratar de construir  una gran torre con  su "cúspide en los  cielos".  Dios  confundió  el  lenguaje común  que  tenían, y  "los dispersó  Jehová de  allí sobre  toda la  superficie de  la tierra"  (Gn 11;1-9)  ¿Deberíamos   confirmar  que  la  historia   o  la  arqueologia confirmaran este relato?.  En tal caso, ¿hasta que grado?

El lugar es  conocido.  Los arqueólogos han ubicado el  lugar antiguo de la ciudad de Babel o Babilonia en Mesopotamia.  Pero los historiadores y los arqueólogos hoy  reconocen que no pueden probar ni  refutar el resto del relato.  Considere el asunto  del origen de los diferentes lenguajes dentro de la raza humana ("Es la Biblia realmente la Palabra de Dios", pág 48)

Análisis:

En la Biblia  no existen historias críticas como  las modernas con todo el aparato científico de citas,  notas, etc.  Pero no vamos a pensar  que esta  clase de  historia  es la  única objetiva.   Las historias bíblicas  están escritas con sencillez  y sobriedad, sin dejarse  llevar  de la  fantasía,  por  autores que,  en  general, vivieron cerca de  los sucesos, quizás fueron testigos  de vista o dispusieron  de documentos,  y, en  todo caso, podían recoger la tenacísima tradición  oral característica  de los orientales, que transmitía a la letra  largas  narraciones  de generación  en generación.

Característica  común a  todas las  historias bíblicas  es su  fin religioso.  La Biblia  no busca la historia por  la historia.  Por eso  prescinde de  muchos datos,  que  al moderno,  cuyo ideal  es reconstruir todo  el pasado,  le interesan  sumamente.  Su  fin es mostrar a la Providencia dirigiendo los acontecimientos del mundo.

¿Pueden existir  en la Biblia  libros más o menos  novelescos?  No hay ninguna  dificultad en que  Dios utilice narraciones  de cosas irreales  para  enseñar verdades  religiosas;  pero  en este  caso aparecerán , para quienes sepan  captar el género literario en que están escritas, como  no históricas.  El libro de  Job se presenta claramente como  no histórico; solamente parecen  reales los datos esenciales  sobre los  que está  tejida la  ficción poética.   Hay quien opina  que los libros  de Tobías, Judit  y Esther son  más o menos novelescos.  Más bien  parecen verdaderas historias contadas con algún  libre artificio... como  si se tratara de  las célebres películas que llamamos  de romanos que explican  hechos bíblicos o históricos de  los primeros  siglos del cristianismo...   De otros libros tenidos por históricos, no hay fundamento para dudar que lo sean.

Los once  primeros capítulos del Génesis  constituyen una historia de  género completamente  singular  que no  podemos encasillar  en ninguna de  nuestras categorías clásicas.  A  todos los Evangelios es común el fragmentarismo.  Ninguno pretendía narrar toda la vida del Señor.  Y los fragmentos que  narran los unen de modo bastante desconcertante  para nosotros,  pues con  un sencillo  "y he  aquí que..." (Mt 8;1-2), que da la impresión de que sigue algo sucedido inmediatamente después, introducen un  nuevo suceso separado quizá por meses.  Pero  es que a los evangelistas no  les interesaba una reconstrucción cronológica de la vida  de Cristo, como le interesa a cualquier moderno.  No se puede traspasar a los autores sagrados nuestra mentalidad moderna.

Con frecuencia, el orden en que  se narran los hechos es distinto. En Lc  cuando se  relata la  última cena, se  pone el  anuncio del traidor (Lc 22;21-26)  después de la institución  de la Eucaristía (Lc 22;19-20). En (Mt 26;21-25)  (Mt 26;29) y (Mc  14;18-21) (Mc 14;22-28) se pone antes.  La explicación más probable es que Lucas tiene el método de reunir las cosas semejantes, aunque invierta el orden cronológico.  En  este caso, al hablar de los  cálices de la cena pascual (Lc 22;15-18), habla  también de la Eucaristía con su cáliz, y reúne  el anuncio del traidor con  las otras advertencias del Señor en la cena (Lc 22;24 y ss).  Es un caso entre muchos.

s/TJ:

Sin embargo, cuando consideramos el  origen del judaísmo... no empezamos con  un  mito,  sino  con  hechos  históricos  acerca  de  Abraham,  sus antepasados y sus descendientes... ("El hombre en busca de Dios", pág 236)

Análisis:

Si se admite que la historia  sólo puede ser escrita con seguridad a base  de documentos contemporáneos,  es fácil ver  la dificultad que se nos presenta al querer  analizar los orígenes del pueblo de Israel basándose  en la descripción que  de los mimos nos  hace la Biblia, ya  que las  narraciones patriarcales no son precisamente documentos históricos  contemporáneos de  los sucesos  que narran. Aun cuando  muchos puedan tener el sentimiento de que  la  inspiración divina asegura su precisión histórica, despachar el problema mediante un recurso al dogma no sería prudente.

Debe admitirse la imposibilidad de  escribir, en el sentido propio de la  palabra, una historia de  los orígenes de Israel,  y esto a causa de las limitaciones de  las pruebas tanto arqueológicas como bíblicas. Ni siquiera aceptando la  narración bíblica  tal como suena  es imposible  reconstruir la historia de  los orígenes  de Israel. Quedan  demasiadas  cosas oscuras. La narración del Génesis está pintada en claro-oscuro, sobre un simple cañamazo sin perspectiva de fondo. Describe  algunos individuos y sus familias que se  mueven  en  su mundo casi  como  si  fueran  los  únicos habitantes  de él. Si  se mencionan  los  grandes  imperios  de entonces, o los pequeños pueblos de  Canaán, apenas no son más que voces entre bastidores. Si se concede una  modesta importancia a los  faraones de  Egipto, no  se les  menciona por  su nombre:  no sabemos quienes fueron.   En toda la narración del Génesis no se nombra ni  una sola  figura histórica que  pueda de  alguna manera ser identificada. No se menciona  a ningún antepasado hebreo que pueda ser controlado por alguna inscripción contemporánea. Y dado que eran nómadas de escasa importancia , no es probable que puedan serlo  alguna vez. Como conclusión es imposible  decir en  qué siglos vivieron  de hecho  Abraham, Isaac y  Jacob.  Ya  sólo esto bastaría para impedir una narración histórica satisfactoria.


Tampoco podemos aportar pruebas arqueológicas. Nunca se acentuará demasiado que, a pesar de toda la  luz que se ha arrojado sobre la edad  patriarcal,  a  pesar  de  todo lo  que  se  ha  hecho  para justificar la antigüedad  y autenticidad de la  tradición, no está arqueológicamente  comprobado  que las  narraciones  patriarcales  sucedieran exactamente tal como la Biblia las narra. Al mismo  tiempo  -y esto  debe afirmarse  con igual  énfasis- no  ha habido ninguna prueba  que haya puesto en  evidencia contradicción alguna con los sucesos de la  tradición. El testimonio de la arqueología es indirecto. Ha prestado el cuadro de los orígenes de Israel, tal como está diseñado en el Génesis, un aire de probabilidad y ha proporcionado la perspectiva para entenderlo, pero no ha demostrado al detalle la verdad  de las narraciones.  No sabemos nada de la vida de Abraham, Isaac y Jacob fuera de lo que nos dice la Biblia, quedando los detalles fuera de  control de  los datos arqueológicos.