jueves, 25 de septiembre de 2014

A PARTIR DEL AÑO 1914, PRESENCIA O PARUSÍA DE CRISTO

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¿Qué significaría la presencia, o parusía de Cristo, para el resto ungido? Pues que tendrían que ser portadores de luz cada vez más activos. Estaba por comenzar una recolección sin precedente." ("La Atalaya" de 1.5.93, pág 15)

"Sin embargo, primero tenía que limpiarse a estos cristianos ungidos. El juicio comenzaría con "la casa de Dios" (1Pe 4;17). "Jehová tendrá que sentarse como refinador y limpiador de plata y tendrá que limpiar a los hijos de Levi; y tendrá que clarificarlos como oro y como plata" (Mal 3;3). Fue un período de refinación y limpieza.

Al pasar por este juicio, que culminó en 1918, el resto de la clase del esclavo fue limpiado de la contaminación mundana y religiosa. ¿Por qué lo limpió Jehová? Porque su templo espiritual estaba implicado y Jehová quería que su templo estuviera limpio, de modo que cuando se introdujeran en él grandes cantidades de adoradores con la esperanza terrestre, hallaran un lugar donde se respetara su soberanía universal, donde su nombre divino se santificara y donde sus justas leyes se obedecieran. De este modo, amarían a Jehová y darían a conocer sus magníficos propósitos junto con el resto." ("La Atalaya" de 1.5.93, pág 15)

(Ap 7;1-10)  dice    que fuerzas angelicales están “reteniendo” los vientos de la destrucción hasta que se haya recogido a los adoradores de Jehová. Durante el período desde 1914, en la tierra se recoge o siega a los últimos miembros de la Israel espiritual, que está compuesta de 144.000 personas  (“La Atalaya” 1/1/1992, pág 5)

Después de la asamblea del 31 de mayo de 1935, quedó claro que en general, la clase celestial ya había sido escogida. De hecho, algunos que anteriormente habían participado de los emblemas de la Conmemoración dejaron de hacerlo, pues comprendieron que su esperanza era terrenal y no celestial.

Algunos cristianos quizás hayan concluido que tienen la llamada celestial por el gran caudal de conocimiento bíblico que han adquirido. Sin embargo, la unción con espíritu no lleva aparejado un entendimiento extraordinario, pues Pablo se vio en la necesidad de instruir y aconsejar a ciertos ungidos (1 Cor 3;1-3) (Heb 5;11-14). Dios ha dispuesto un medio para proporcionar alimento espiritual a todo su pueblo (Mat 24;45-47). Por consiguiente, nadie debe pensar que por ser un cristiano ungido posee mayor sabiduría que los que abrigan la esperanza terrenal. La unción con espíritu no se manifiesta en la habilidad para responder preguntas bíblicas, predicar o pronunciar discursos, pues hay cristianos con la esperanza terrenal que también son muy diestros en estos aspectos. ("La Atalaya" de 15/6/2009)

¿Qué hay si algunos ungidos no se mantienen íntegros? A esta hora tardía, indudablemente los desleales serán pocos. Es razonable que cualquier reemplazo se escogería de entre los que con constancia han continuado con Jesús, en sus pruebas durante muchos años de servicio fiel, y no de entre recién bautizados ("La Atalaya" de 1/3/92, pág 20)

El "lago que arde con fuego y azufre" es el lugar dónde se arrojan a los cristianos que estaban en camino a ser parte de los 144.000 pero que fallan por no vencer a este mundo debido a cobardía, falta de fe y volverse a la iniquidad (Ap 21;8) ("La Atalaya" de 1/6/65, pág 337)

No obstante, parece que no todos los que han recibido la esperanza celestial desde los años treinta son reemplazos de ungidos que se han vuelto infieles. Por lo visto, Jehová ha querido asegurarse de que haya cristianos ungidos entre nosotros durante todo el período de los últimos días de este sistema de cosas, hasta la destrucción de "Babilonia la Grande" (Ap 17;5). Y podemos estar seguros de que, en el momento designado por Dios, se completará la cantidad de 144.000 ungidos y de que todos ellos ocuparán finalmente su puesto en el gobierno celestial. También podemos estar seguros de que, en armonía con la Palabra profética, la creciente "gran muchedumbre" se mantendrá fiel como grupo. Ya pronto "saldrá" de la "gran tribulación" que le sobrevendrá al mundo de Satanás y entrará con gran alegría en el nuevo mundo de Dios. ("La Atalaya" de 15/1/2008, pág 20­24) Por otra parte,  parece ser que algunos ungidos vivirán en la tierra cuando empiece la Gran Tribulación, porque Jesús dijo “A menos que se acortaran aquellos días, ninguna carne se salvaría; mas por causa de los escogidos aquellos días serán acortados (Mt 24;21,22) (Ap 7;1-3)

Si un hermano en la fe pregunta sobre la llamada celestial, un anciano u otro cristiano maduro puede tratar el asunto con él; no obstante, este es un campo en el que nadie puede decidir por otro. Quien de verdad tiene dicho llamamiento no necesita que los demás se lo confirmen. A los ungidos "se les ha dado un nuevo nacimiento, no de semilla corruptible, sino de semilla reproductiva incorruptible, mediante la palabra del Dios vivo y duradero" (1 Pe 1;23). Mediante su espíritu y Palabra, Dios implanta la "semilla" que convierte a la persona en "una nueva creación", con la esperanza celestial (2 Cor 5;17). Y es Jehová quien hace la elección. La unción "no depende del que desea ni del que corre, sino de Dios" (Rom 9;16). Entonces, ¿cómo puede alguien estar seguro de que tiene el llamamiento celestial?

El testimonio del espíritu de Dios convence a los cristianos ungidos de que tienen la perspectiva celestial. "Ustedes [...] recibieron un espíritu de adopción como hijos —escribió Pablo—, espíritu por el cual clamamos: 'iAbba, Padrel'. El espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Pues, si somos hijos, también somos herederos: herederos por cierto de Dios, pero coherederos con Cristo, con tal que suframos juntamente para que también seamos glorificados juntamente." (Rom 8;15-17.) Bajo la influencia del espíritu santo, el espíritu —o actitud dominante— de los ungidos los impele a aplicarse a sí mismos lo que las Escrituras dicen tocante a los hijos espirituales de Jehová (1 Juan 3:2). El espíritu de Dios les comunica un sentido de filiación respecto a Él y engendra en ellos una esperanza singular (Gál 4;6,7). La vida eterna en la Tierra como seres humanos perfectos rod 'ados de la  familia y los amigos sería algo espléndido, sí, pero esa no es la esperanza que Dios les ha otorgado. Por medio de su espíritu, él les ha implantado una esperanza celestial tan fuerte que están dispuestos a sacrificar todo vínculo y perspectivas terrestres (2 Cor 5;1-5, 8; 2 Pe 1;13, 14).

Los cristianos ungidos están seguros de su esperanza celestial, de que se les ha introducido en el nuevo pacto que mencionó Jesús cuando instituyó la Conmemoración diciendo: "Esta copa significa el nuevo pacto en virtud de mi sangre, que ha de ser derramada a favor de ustedes" (Lc 22;20). Las partes que intervienen en el nuevo pacto son Dios y los ungidos (Jer 31;31-34; (Heb 12;22-24), con Jesús como mediador. Validado con la sangre derramada de Cristo, el nuevo pacto sacó no solo de entre los judíos, sino también de entre las naciones, un pueblo para el nombre de Jehová y lo hizo parte de la "descendencia" de Abrahán (Gál 3;26-­29)(Hech 15;14). Este "pacto eterno" prevé que todos los israelitas espirituales sean resucitados y reciban vida inmortal en el cielo (Heb 13;20).

Los ungidos no abrigan la menor duda en cuanto a su esperanza. También se les ha introducido en otro pacto: el pacto para el Reino. Jesús, aludiendo a la participación que tendrían con él, dijo: "Ustedes son los que con constancia han continuado conmigo en mis pruebas; y yo hago un pacto con ustedes, así como mi Padre ha hecho un pacto conmigo, para un reino" (Lc 22;28-30). Dicho pacto entre Cristo y sus reyes asociados permanecerá vigente para siempre (Ap 22;5).

Así que los que van al cielo van allí para servir como gobernantes junto con Cristo en el gobierno celestial de Dios (GI 3;16-29) (Sant 2;5). Y puesto que han de gobernar sobre la Tierra, es obvio que los que van al cielo serán seguidores de Cristo que habrán sido examinados y probados para ello. Esto significa que no se llevará al cielo a infantes o niñitos quienes no      habrán sido  sometidos a una prueba completa durante años de servicio cristiano (Mt 16;24) ("Usted puede vivir para siempre...", capítulo 14)

Análisis:

O sea, que la máxima aspiración aquí en la tierra de los que luego irán  al cielo  es la  de, podríamos  decir, conseguir  esta plaza celeste para seguir trabajando con  Jesús participando en su obra. Nada de gozar  con la presencia de  Jehová, cara a cara,  ni de lo que jamás ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni haya podido venir a la mente del hombre  y que Dios tiene reservado para  los que le aman (1Cor 2;9).  Si alguien va al cielo,  no va a perder el tiempo con simplezas, precisamente va  a seguir trabajando al  lado de Jesús. No va porque  ha sido de los bienaventurados pobres  de espíritu y ahora  merecen el  cielo, ni  de los  que han  sido mansos,  o han llorado,  o han  sentido  hambre  y sed  de  justicia,  ni de  los misericordiosos, ni  de  los  limpios de corazón,  ni  de  los pacíficos, ni de los que  han padecido persecución por la justicia y ahora se merecen  el reino de los cielos y ver  a Dios.  No.  Si van al cielo no van a  recibir ningún premio especial con relación a Jehová.  Van para seguir paso a paso, al lado de Jesucristo, una criatura de Dios, la obra  de salvación sobre la Tierra...  Quizá, si el trabajo lo permite, puedan  echar una miradita, de cuando en cuando,  a la  gloria de  Jehová  y extasiarse  -solamente por  un ratito, eso sí- ante su presencia.

s/TJ:

Por lo tanto, antes de morir ellos y disfrutar de la "resurrección de vida" el juez tiene que probar el hecho de que son de "los que hicieron cosas buenas". Puesto que en la resurrección estos 144.000 coherederos experimentan    una instantánea perfección de la vida como criaturas espíritus en el cielo, tienen que probarse hacedores de lo bueno en esta era, en la carne. Esto se tiene que hacer antes de que sean revestidos instantáneamente de inmortalidad y de incorruptibilidad en el cielo ("La Atalaya" de 1/6/65, pág 340)

Antes de juzgar al mundo en general, Cristo inspeccionaría a su propia congregación y resucitaría a los cristianos ungidos que hubieran muerto en fidelidad (1Cor 15;21-23) (1Tes 2;19) (1Tes 3;13) (1Tes 4;13-17) (2Tes 2;1) ("La Atalaya" de 1/12/84, pág 15)

"El que cree en él, no es juzgado; el que no cree, ya está juzgado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios" (Jn 3;18). "En verdad, en verdad os digo que el que escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene la vida eterna y no es juzgado, porque pasó de la muerte a la vida" (Jn 5;24)

Observe la cosa notable acerca de los que así tienen vida eterna debido a que escuchan las palabras de Jesús con fe y obediencia y luego creen en el Padre que lo envió... Hay un sentido espiritual especial en el cual tal oyente y creyente pasa de la muerte a la vida ahora durante este tiempo actual de creer.

Observemos aquí que Jesús coloca la palabra "juicio" como opuesta a que uno haya "pasado de la muerte a la vida". En vista de este hecho es evidente que la palabra "juicio" como se usó aquí por Jesús significa un juicio adverso, un juicio condenatorio, el sentenciar a una persona a la muerte interminable.

Hace mil novecientos años cuando Jesucristo dijo estas palabras significativas, estaba hablando en particular a la congregación de creyentes de quienes Dios, el Padre celestial, habría de escoger de entre los hombres para llegar a ser jueces asociados con Jesucristo en los cielos ("La Atalaya" de 1/6/65, pág 331).

En (Jn 5;29) encontramos el único lugar en la Biblia donde aparece la expresión "resurrección de vida". Jesús dijo que los que disfrutan de ella son "los que hicieron cosas buenas"

¿A quiénes se incluye en tales hacedores de cosas buenas? La Biblia contesta: A todos los resucitados que alcanzan la vida eterna en el venidero justo nuevo orden de cosas de Dios bajo su Mesías, prescindiendo que esa vida sea vida inmortal en el cielo como coherederos y jueces asociados de Jesucristo o vida en perfección humana en la Tierra bajo el reino de Dios por su Mesías. ("La Atalaya" de 1/6/65, pág 339)

En Apocalipsis se habla de "Primera resurrección", lo que distingue a esta resurrección de la del resto de la humanidad. Es primera no sólo en cuanto a importancia sino también en cuanto a tiempo (Ap 20;6) Sin embargo, la mismísima expresión "primera resurrección" muestra que ésta será seguida por otra. La que sigue es la resurrección, a la vida en la Tierra paradisíaca, tanto de personas "justas" como de "injustas". Esta acontecerá después del Armagedón.

Por eso los que siguen en orden para ser resucitados después de la resurrección de Cristo, son los 144.000. Ellos tienen parte en la "primera resurrección", o "la resurrección más temprana" (Flp 3;11) ("Usted puede vivir...", pág 172 y 173) Durante su presencia (1Cor 15;20-24)

Indudablemente los apóstoles y otros cristianos primitivos ya han sido levantados a la vida celestial (2Tim 4;8) ("Usted puede vivir... ", pág 121, 173)

Los 144.000 llegan a ser parte de la "descendencia" de Abrahan herederos con respecto a una promesa (GI 3;16) (GI 3;29) (St 2;5) ("Usted puede vivir... ", pág 124)

Pero entre estos 144.000, no se encuentran David, Job, Juan el Bautista, etc, (Hech 2;29-34) (Job 14;13-15) (Jn 3;13) (Mt 11;11) ("Usted puede vivir...", pág 121) Por ejemplo (Hech 2;29­34) nos explica que David ni subió ni subirá al cielo. Poco después de la resurrección de Jesús, el apóstol Pedro dijo a una muchedumbre de judíos: "El cabeza de familia David... falleció y también fue sepultado y su tumba está entre nosotros hasta este día... De hecho David no ascendió al cielo. Así que David, quien fue un hombre bueno, no fue al cielo... De hecho todos los hombres y mujeres fieles que murieron antes de la muerte de Jesús tenían la esperanza de vivir de nuevo en la Tierra, no en el cielo. Serán resucitados para que estén entre los súbditos terrestres del reino de Dios. (SI 72;7-8) (Hech 17;31) ("Usted puede vivir...", pág 123). Por otro lado, en efecto, los de la gran "nube de testigos" no esperaban ir al cielo sino que esperaban vivir de nuevo aquí en la Tierra (Hb 11;17-19) (Job 14;13-15) (Is 25;8) (Lc 20;37-38) ("Usted puede vivir para siempre..." pág 122)

Análisis:

Interpretaciones similares hacen  con relación a Job y  a Juan "el Bautizante". De hecho  la cita escriturística que  efectúa Pedro en (Hech 2;29-34)  es la  del (Sl  110;1), que  aplica a  la gloriosa exaltación de Cristo hasta el  trono del Padre (Hech 2;34-35).  Es un salmo directamente mesiánico, que había sido citado también por Jesucristo para  hacer ver a  los judíos  que el Mesías  debía ser algo más que hijo de David (Mt 22;41-46).  Pablo lo cita también varias veces (1Cor 15;25) (Ef 1;20) (Hb 1;13).  El razonamiento de Pedro es, en parte, análogo al de Jesús, haciendo ver a los judíos que esas  palabras no pueden decirse  de David, que está  muerto y sepultado, sino  que hay  que aplicarlas al  que resucitó  y salió glorioso de la  tumba, es decir a Jesús de  Nazaret, a quien ellos crucificaron.  La  conclusión, pues, como muy  bien deduce Pedro (v36), se impone:  Jesús de Nazaret con el milagro  de su gloriosa resurrección, ha  demostrado que él, y  no David, es el  "Señor" a que alude  el (Sl  110), y  el "Cristo" (hebr. Mesías) a  que se refiere el (Sl 16) 

Cuando S. Pablo en (Hech 23; 1-11) se está defendiendo delante del Sanedrín,  dice: "Hermanos  (¿se  habrán fijado  los  TJ que  dijo "hermanos"), yo  soy fariseo  e  hijo  de fariseos:  Por  nuestra esperanza en la resurrección de los muertos, soy traído a juicio". Pablo  dice "nuestra  esperanza"  y claramente  la esperanza  de Pablo era la  resurrección, no para volver a la  vida aquí en la Tierra, sino para estar junto a Cristo en el cielo.  Por lo tanto, al decir nuestra, nos está dando  una referencia de cuál podía ser la  esperanza de  los  judíos  fariseos quienes, como se dice a continuación, creían en los ángeles y en los espíritus. En (Hech  24;15) se dice que Pablo tiene  la misma  fe en la Ley y los Profetas  que  tenían los judíos y su misma  esperanza en la resurrección de los justos y de los malos. 

s/TJ:

La Biblia, por otra parte, muestra claramente que después, otros hermanos, serían llevados al cielo. (1Cor 15;23) (in 14;1-3) (Flp 3;20-21) (Rom 6;5) (2Cor 5;1-2) (Jn 14;1-3). El apóstol Pablo -por ejemplo- dijo que ésta (la "Primera resurrección") también incluiría a sus hermanos cristianos fieles, santificados (1Cor 1;1-2) (1Cor 6;2) ("Usted puede vivir... ", pág 123)

La Biblia dice que ellos -los miembros de la congregación de Dios- son llevados al "reino del Hijo del amor de Dios", porque éste es un reino sobre sólo las 144.000 personas que tienen la esperanza de adquirir vida celestial, y que han de regir con él en el cielo. A través de los siglos solamente ellos han sido sus súbditos. Por esto, esta gobernación, o "reino del Hijo del amor de Dios" terminará cuando el último de estos súbditos que tienen esperanza celestial muera y se una a Cristo en el cielo. Entonces ya no serán súbditos de Cristo, sino que se convertirán en reyes con él en el gobierno del Reino que se prometió desde tanto tiempo atrás y por el cual Jesús enseñó a sus seguidores a orar. (Col 1;13) (Mt 6; 9-10). ("Usted puede vivir... ", pág 124)

Análisis

Según estas últimas palabras, los 144.000 dejan de ser súbditos de Cristo en cuanto muere el último de ellos, convirtiéndose entonces en Reyes con  Jesucristo en el gobierno del Reino. En cambio, en ("Usted puede vivir...", pág  164) se lee que los que ya están recogidos de estos 144.000, la mayoría, "ya  están gobernando con Cristo en el cielo" (?)

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