PECADO ORIGINAL. PARALELISMO ENTRE CRISTO Y ADÁN.
s/TJ:
La Biblia señala que cuando Dios creó a nuestros primeros
padres, los hizo perfectos, y los colocó en un ambiente paradisíaco (¡Despertad!
1/6/2006, pág 6-9)
Análisis:
En ninguna parte de la Biblia podemos
leer explícitamente que Dios creara “perfectos” a Adán y a Eva. La Biblia, sí
señala abiertamente que Dios es perfecto y que asimismo también lo es su Hijo
Jesucristo (Mt 5;48) (Ef 4;13). Y es que los TJ han reunido varias de las
cualidades que poseía Adán y al enumerarlas conjuntamente consideran que
constituyen su perfección. Pero no porque lo diga la Biblia sino porque lo
dicen los TJ. Fíjense que siempre que escriben que Adán era perfecto nunca
acompañan este aserto con una referencia bíblica, porque, llanamente, tal
referencia no existe. Pero a los TJ les interesa, para dar coherencia a su
doctrina, hallar un paralelismo entre la perfección de Jesucristo, considerada
por ellos como estrictamente humana, y
la que atribuyen a Adán, a fin de reemplazar –en una aplicación absurda del
“ojo por ojo”- la perfección que por su pecado perdió Adán y que consideran es
el máximo mal que ocasionó su desobediencia, con la perfección que Jesucristo
aporta de nuevo.
s/TJ:
Adán y Eva se rebelaron contra Dios, y por ello perdieron el
Paraíso donde vivían. Lo que es peor, iniciaron un lento e implacable
deterioro físico y mental. Cada día que pasaba los acercaba más a la tumba. ¿Por
qué? Porque al ponerse en contra de su Creador pecaron, y “el salario que el
pecado paga es muerte” (Romanos 6:23). Adán y Eva acabaron falleciendo, pero
antes tuvieron muchos hijos. ¿Serían estos últimos capaces de realizar el
propósito que Dios tenía en un principio? No, pues habían heredado la
imperfección de sus padres. De hecho, en las generaciones sucesivas, todos los descendientes de Adán
heredaron el pecado, y con él, la muerte. Así ha sido también en nuestro caso.
La Biblia dice que “por medio de un solo hombre el pecado entró en el
mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los
hombres porque todos habían pecado” (Rom 5;12) (Rom 3;23)
No obstante, inmediatamente
después de sentenciar a nuestros primeros padres, Dios prometió reparar
todo el daño que resultara del pecado, sin incumplir sus justas normas. Jehová
decidió tomar medidas para que los descendientes de Adán y Eva fueran liberados
del pecado y la muerte y utilizó para ello a Jesucristo (Gn 3;15) (Mt 20;28)
(Gal 3;16). Mediante él, Dios eliminará el pecado y todos sus efectos y convertirá
toda la tierra en un paraíso, tal como se propuso en un principio. (Lc 23;43)
(Jn 3;16) (¡Despertad! 6/6/2006, pág 28-29)
Análisis:
“Así, pues, como
por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la
muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron… “ (Rom 5;12) (NC)
Este primer
versículo queda suspenso. San Pablo, llevado de otras consideraciones, se
olvida de completar la frase. La frase, muy bien podría seguir así: “De la misma suerte; por un hombre entró la justicia en el mundo, y por la justicia la vida,
y así pasó la vida a los hombres por cuanto fueron todos vivificados” (s/ los versículos 17 y
18 y 1Cor 15; 21,22)
Para San Pablo, Adán y Jesucristo son como dos cabezas
que arrastran en pos de sí a toda la humanidad: el primero llevándola a la
perdición, el segundo devolviéndole los dones perdidos e incluso
enriqueciéndola con otros nuevos.
“Porque hasta la Ley había pecado en el mundo;
pero como no existía la Ley, el pecado, no existiendo la Ley, no era imputado.
Pero la muerte reinó desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no
habían pecado, como pecó Adán, que es tipo del que había de venir” (Rom 5;13-14)
Estos versículos intentan dar explicación de ese “por cuanto todos pecaron” del versículo
anterior, v12.
Es un trinomio antitético:
Adán –
pecado – muerte, Cristo – justicia- vida
Evidentemente, en el pensamiento de San Pablo, ese
“hombre” por quien entró el pecado en el
mundo (v12) es Adán (v14) y texto paralelo de (1Cor 15;22). San Pablo añade que
por ese pecado entró la “muerte”… “que pasó a todos los hombres, por cuanto
todos pecaron”. Vemos, pues, que establece clara relación entre “pecado” y
“muerte”, considerando ésta como consecuencia de aquél: precisamente porque el
pecado es universal, lo es también la muerte (Gn 2;17) (Gn 3;19) (Sab 1;13-15)
(Sab 2;24). Mas ¿cómo pasó este pecado de Adán a todos los hombres, de modo que
todos mueran?
En los versículos 18 y 19, veremos cómo S. Pablo parece querer
resumir toda su argumentación. Expresamente nos dirá que la falta personal de Adán hizo llegar la “condenación” o enemistad divina a todos
los hombres, quedando estos “constituidos
pecadores”. Y, si hemos observado, los v13-14 están ligados al v12 por la
conjunción “porque” con los que San Pablo parece que trata de clarificar su
pensamiento precisamente sobre este punto de la relación entre “pecado” y “muerte”.
Lo que San Pablo viene a decir en sustancia, es que,
durante el período de tiempo entre Adán y Moisés, ciertamente hubo “pecado” y hubo “muerte”, como vemos por la narración de la misma Sagrada Escritura
a lo largo del libro del Génesis; mas esa muerte no podía ser simplemente
castigo de pecados personales, pues, fuera del precepto dado a Adán (Gn 2;17)
(Gn 3;19), no existía ninguna ley divina, hasta la legislación mosaica,
conminando el “pecado” con la pena de
“muerte”; por consiguiente, el pecado
“con que todos pecaron” y a todos
lleva a la “muerte”, no puede ser
simplemente el pecado personal, sino algo relacionado con la transgresión de
Adán, que de manera real (v18 y 19) contagia a toda la humanidad. En otras
palabras, lo que solemos llamar “pecado original”.
Precisamente es este el lugar clásico para demostrar la
existencia del pecado original, particularmente el v12, citado expresamente en las definiciones
dogmáticas del Concilio de Trento. San Pablo se vale de esta doctrina como punto de referencia para
mejor declarar la acción reconciliadora
y vivificadora de Jesucristo en calidad de segundo Adán. Estas declaraciones
dan a entender que se trata de una doctrina conocida y que nadie discute.
Finalmente, el que San Pablo diga que antes de la Ley, el
“pecado no era imputado” (v13), no significa que antes de la legislación
mosaica los hombres, lo mismo judíos que gentiles, no fuesen responsables de sus pecados
personales (Rom 1;20) (Rom 2;12), sino que éstos “no eran imputados” a muerte. “Pero
la muerte reinó… también sobre aquellos que no habían pecado de manera
semejante a Adán” (v14)
Con lo anteriormente expuesto quedan suficientemente
explicados los v12-14 que tratan de la obra de Adán. Pasemos ahora a los v
15-21, en los que resalta sobre todo la segunda parte del paralelismo: la obra
de Cristo. En todo el desarrollo de la argumentación se nota la preocupación de San Pablo por hacer ver la
inmensa superioridad de la obra de Cristo para el bien sobre la de Adán para el
mal.
“Mas no es el don como fue la transgresión. Pues
si por la transgresión de uno solo mueren muchos, mucho más la gracia de Dios y
el don gratuito consistente en la gracia de un solo hombre, Jesucristo, se difundirá copiosamente sobre muchos” (Rom 5;15).
Cuando San Pablo habla de “los que son muchos”, ese “muchos”
equivale a “todos”, como tenemos
explícitamente en los v 12 y 18; si pone “muchos”,
no es para excluir la universalidad, sino por contraste con “uno”, y significa
“todos los otros”.
“Y no fue el don lo que fue la obra de un solo pecador, pues por el pecado de uno solo vino el
juicio para condenación, mas el don,
después de muchas transgresiones, acabó
en la justificación” (Rom 5;16).
En el v16, se repite la misma idea del v15, pero
concretando más; no se afirma simplemente la mayor eficacia del “don”, que termina en “justificación”, sobre la del “pecado”, que termina en condenación,
sino que se lleva la comparación a un aspecto concreto: mientras que en el caso
de Adán, para su obra destructora, se parte de un solo pecado, que es el que
origina la ruina, en el caso de Cristo, para su obra redentora, se parte no
solo del pecado de Adán, sino de otras muchas transgresiones que han seguido a
aquella primera y que Cristo hubo de borrar también.
“Si, pues, por la
transgresión de uno solo, esto es, por obra de uno solo, reinó la muerte, mucho
más los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia
reinarán en la vida por obra de uno solo, Jesucristo” (Rom 5;17).
Este v17 sigue con el mismo
pensamiento de los v 15-16, llevando las cosas hasta el final: si el pecado de
Adán tuvo fuerza para establecer el reinado de la muerte, con mayor razón la
gracia de Jesucristo tendrá fuerza para
establecer el reinado de los justos en la “vida”. Y es que bajo el término “vida” queda incluido todo el proceso de salvación, que comienza en
el momento de la “justificación” (Rom
6;11) y culmina con la resurrección de los cuerpos, última victoria de la obra
redentora de Cristo (1Cor 15;26)
“Por consiguiente, como por la
transgresión de uno solo llegó la condenación a todos, así también por la justicia de
uno solo llega a todos la justificación de la vida. Pues como por la desobediencia
de uno muchos fueron los pecadores, así también por la obediencia de uno
muchos serán hechos justos” (Rom
5;18-19).
Los v18 y 19 casi idénticos con algún matiz, constituyen
una especie de resumen. El que la “justificación
de vida” se extienda a todos los hombres no quiere decir que de hecho,
todos los hombres la reciban; es necesario que acepten (por la fe y el
bautismo) depender voluntariamente de
Cristo como dependen (por la generación carnal) necesariamente de Adán.
“Se introdujo la Ley para que abundase el pecado;
pero donde abundó el pecado sobreabundó la gracia, para que, como reinó
el pecado por la muerte, así también reine la gracia por la justicia para la
vida eterna por Jesucristo nuestro Señor” (Rom 5;20-21)
En los v20 y 21, San Pablo nos da ya la conclusión final,
introduciendo un nuevo elemento, la Ley, causa también ella de nuevas
transgresiones, con lo que hace resaltar aún más la eficacia de la obra redentora
de Cristo, que hubo de eliminar no solo el pecado de Adán y sus consecuencias, sino también las
transgresiones ocasionadas por la Ley.
Finalmente, los TJ nos dicen que Jehová decidió
no hacer uso de su presciencia y que por lo tanto no fue hasta después del pecado de Adán y antes de Abel que
tomó medidas para que los descendientes de Adán y Eva fueran liberados del
pecado y la muerte, utilizando para ello a Jesucristo. Pero está claro en (Hech 2;23) que
Jehová sí hizo uso de su presciencia porque Jesucristo
fue "entregado por el consejo determinado y
presciencia de Dios" (NM) (Véase también: (Rm 16;25) (Rm 8;28-39)
(Ef 1;4-11) (Ef 3;5-9) (1Pe 1;20).
Hay, por
otra parte, un hecho que explican los TJ cuando se refieren a la creación del
mundo que deja claro la previsión de Dios para el castigo del
mundo. Y es el dosel de agua que luego constituyó -según enseñan
los propios TJ- la fuente del diluvio universal. Esta
interpretación de la presciencia de Dios que los TJ nos ofrecen, es
contradictoria con la interpretación que siguen en relación a si Dios
puso o no a prueba a nuestros primeros padres.