sábado, 21 de febrero de 2015

JESÚS ENTREGÓ SU VIDA A FIN DE QUE PUDIÉRAMOS VIVIR PARA SIEMPRE

s/TJ:

Jesús entregó su vida a fin de que pudiéramos vivir para siempre

Jehová tomó medidas para que pudiéramos librarnos de los efectos del pecado y del castigo de muerte eterna. ¿Qué hizo? Envió a su querido Hijo a la Tierra para que naciera como un hombre perfecto igual a Adán. La diferencia fue que Jesús “no cometió pecado” (1Pe 2;22). Por eso nunca fue condenado a muerte y podría haber vivido para siempre.

No obstante, Jehová permitió que su Hijo fuera asesinado por sus enemigos y tres días más tarde le devolvió la vida. Jesús resucitó como un ser espiritual y poco después regresó al cielo. Allí presentó delante de su Padre el valor de su vida humana perfecta para recuperar lo que Adán había perdido tanto para él como para sus descendientes. Jehová aceptó el sacrificio de su Hijo y eso ha abierto la puerta para que todo aquel que ponga fe en Jesús pueda recibir vida eterna (Rom 3;23-24) (1Jn 2;2).

Así es, Jesús compró con su vida lo que Adán había perdido. Murió a fin de que pudiéramos vivir para siempre. La Biblia dice que “por la bondad inmerecida de Dios [Jesús probó] la muerte por todo hombre” (Heb 2;9).

Todo esto nos dice mucho acerca de Jehová. Debido a la imperfección, los seres humanos no podían satisfacer los requisitos que las elevadas leyes de Dios exigían para su salvación. No obstante, por amor y misericordia, Dios decidió cumplir él mismo sus propios requisitos. Pero para liberarnos de la muerte tuvo que pagar un alto precio: entregó la vida de su propio Hijo (Rom 5;6-8) (La Atalaya 1 de marzo de 20015, pág 6) 

s/Análisis:

Cuando un hombre comete un daño, la máxima justicia está en que el daño causado quede reparado y además el causante del daño reciba un correctivo tal que si es posible evite vuelva a cometerlo. Cuando Adán pecó, el daño que debía reparase no era la pérdida de su perfección, sino la reparación de la bondad de Dios que había sido mancillada. La pérdida de su perfección, con todo lo que ello supuso, no fue el daño cometido, fue el castigo recibido.

Si uno roba una cartera, la justicia no pide solamente que se devuelva la cartera, sino que al ladrón se le meta en la cárcel durante un tiempo adecuado proporcional al objeto robado. Si una persona da una bofetada a un compañero de trabajo, la justicia no exigirá el mismo castigo que si esta misma persona da exactamente la misma bofetada al jefe de la nación. En este último caso la justicia exigirá una  mayor pena ya que el “atrevimiento" ha sido muy superior.

Adán se atrevió a dar una bofetada al mismo Dios. Su castigo había de ser de tal magnitud que le era imposible a él o a cualquier otro hombre como Adán satisfacer la pena merecida, ya que nadie es capaz de satisfacer una pena que llegue a compensar un daño hecho al mismo Dios. ¿Quién podía solucionar este dilema?: "Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo...' (Jn 3,-16). En efecto, sólo Dios, por su infinito amor al hombre pudo hacerlo...  porque su Hijo era de su misma naturaleza.  En caso contrario, la Redención no hubiese sido posible.

Pues si el  Hijo es una creación  de Dios, o sea, hecho de la nada, como  cualquier otro ser  creado, a que viene  la expresión: "Porque tanto  amó  Dios al mundo ..." ¿Dónde está la señal de su amor, si  de Hijos como  aquél los  podía crear a  millones?  ¡Fue mucho más grande la acción de  Abrahán dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac!  (Gn 22;1 y ss)

Espero sus comentarios que puede enviar a: Análisis Testigos (potablava@hotmail.com)