sábado, 3 de octubre de 2015

LA EVOLUCIÓN

LA EVOLUCIÓN

S /TJ:

En el “Punto de vista bíblico” de la revista (¡Despertad! 1 Octubre 2015, pág 8 y 9) los TJ presentan el tema de la EVOLUCIÓN a través de las respuestas a tres preguntas:

Primera pregunta: ¿Descarta el relato bíblico de la creación la posibilidad de que el universo empezara con el Big Bang, o la Gran Explosión?

Segunda pregunta: Según la Biblia, ¿es posible que los seres vivos cambien con el paso del tiempo? y

Tercera pregunta: La creación y la evolución, ¿pueden ser ambas verdad?
Análisis:

A la primera pregunta: “¿Descarta el relato bíblico de la creación la posibilidad de que el universo empezara con el Big Bang, o la Gran Explosión?” La respuesta que dan los TJ me parece correcta: Dios mismo creó el universo, ya fuera usando una explosión cósmica o cualquier otro medio.

A la segunda pregunta que es múltiple: “Según la Biblia, ¿es posible que los seres vivos cambien con el paso del tiempo?” Sí, responden. “¿Puede haber variación dentro de un mismo género?” Sí, siguen respondiendo. “¿Demuestran estas variaciones que un género puede evolucionar y formar uno nuevo?” No.

De acuerdo con las dos primeras respuestas afirmativas. No así con la última negativa. Veamos:

Los TJ, que no aceptan que el hombre es cuerpo y alma, tal cual se deduce de la Biblia, sino que nos dicen que el hombre es, para decirlo de alguna manera, de una sola pieza, que no hay nada espiritual en él, no aceptan de ninguna manera la posibilidad de que un mono haya evolucionado a un ser complejo como es el hombre. Y yo lo entiendo. Y también comprendo que mientras los TJ mantengan su doctrina sobre el alma va a ser imposible tratar con ellos de este tema.

(Véase, pues, el tema del alma, un tema un tanto complejo, pero necesario que comprendamos en toda su profundidad, que podéis encontrar bajo la etiqueta “Alma” en esta misma web).

De todas maneras, la actitud del cristiano ante las teorías de la evolución del hombre, que son varias, ha de ser de prudencia. Hay que reconocer, sin embargo, que estas teorías parten de hipótesis científicas serias, dignas de ser tenidas en cuenta, porque han sido suficientemente comprobadas por diversas disciplinas del saber y que incluso han proporcionado algún Premio Nobel. Sin embargo, hay que estar atentos de cara a su interpretación.

No es admisible, por ejemplo, una interpretación de tipo materialista, que excluya de entrada la causalidad divina. Sí se puede admitir la posibilidad de una evolución en cuanto al cuerpo, que Dios se sirviera de un mono para hacer al primer hombre. Sin embargo, sabemos por la Revelación, que el alma humana, que es espiritual, no puede surgir de la materia, sino que implica una creación directa por parte de Dios. O sea, no creo que esté en contra de la Biblia, aceptar que el cuerpo humano tenga su origen en la materia viva que existe antes que él, y que el alma espiritual sea creada inmediatamente por Dios, desestimando en consecuencia, las teorías de la evolución que, en función de las filosofías en las que se inspiran, consideren que el espíritu surge de las fuerzas de la materia viva. Con esto, se rechaza cualquier interpretación que diga que todo el hombre (alma y cuerpo) descienden del mono.

En este punto queda claro que la particular doctrina sobre el alma humana que enseñan los TJ es un hándicap que prácticamente les imposibilita la aceptación de cualquier teoría sobre la evolución humana por mucho que esta respete la causalidad divina.

De hecho, la teoría de la evolución no elimina la necesidad de una inteligencia ordenadora y, por otra parte, pone en evidencia todos los descubrimientos que se han hecho en este campo gracias a la paleontología y en los que se observa cómo poco a poco, (después de miles y millones de años) los homínidos fueron transformándose hasta que “dieron lugar” al hombre. Estos estudios evidencian una cosa de la que no podemos dudar: el hombre tiene muchas cosas en común con el mundo viviente inferior a él, y de modo especial con la familia de los monos. Esta es una verdad en la que la ciencia ha ido profundizando cada vez más y que permite pensar que la teoría de la evolución hoy día es la explicación más racional.

Pero lo que a veces no se recalca de igual manera, es que el hombre por sus manifestaciones de inteligencia, voluntad y capacidad de amar, se separa claramente de los monos. Esto es lo que los cristianos hemos de esforzarnos en comunicar: que el hombre no es pura materia sino que tiene espíritu y el espíritu no evoluciona. La ciencia podrá explicar cómo ha ido evolucionando el cuerpo, cosa que el cristiano –que no sea TJ- no sólo no tendrá problemas en aceptar, sino que la acogerá, pero lo que nunca podrá probar la ciencia es que “haya evolucionado el alma”.

A la Tercera pregunta: “La creación y la evolución, ¿pueden ser ambas verdad?” Como es lógico, los TJ contestan negativa y rotundamente a esta pregunta.

Pero aunque está claro que la verdad no puede contradecir a la verdad. Quiero decir que la verdad científica nunca puede ser disconforme con la verdad revelada, si ambas se mantienen cada una en su campo y saben interpretarse adecuadamente. La razón es obvia: Dios es la suprema Verdad; las verdades parciales son aspectos de esa única Verdad; admitir discrepancias entre unas verdades y otras sería tanto como admitir contradicción interna en Dios, lo cual es inimaginable.


Resumiendo: El cristiano (que crea que el hombre no es solamente pura materia sino que tiene un alma espiritual) puede aceptar tranquilamente que para la creación del hombre, Dios se pudo valer de una “materia” que ya existía (los homínidos) y que perfeccionó, a la que añadió el alma espiritual y racional, creando así al hombre. Además los cristianos creemos que Dios no sólo dio el alma al primer hombre, sino que la da a cada nuevo hombre que viene al mundo.