LA EVOLUCIÓN
S /TJ:
En el “Punto
de vista bíblico” de la revista (¡Despertad! 1 Octubre 2015, pág 8 y 9) los TJ
presentan el tema de la EVOLUCIÓN a través de las respuestas a tres preguntas:
Primera
pregunta: ¿Descarta el relato bíblico de la creación la posibilidad de que el
universo empezara con el Big Bang, o la Gran Explosión?
Segunda
pregunta: Según la Biblia, ¿es posible que los seres vivos cambien con el paso
del tiempo? y
Tercera pregunta:
La creación y la evolución, ¿pueden ser ambas verdad?
Análisis:
A la primera pregunta: “¿Descarta el relato bíblico de la creación
la posibilidad de que el universo empezara con el Big Bang, o la Gran
Explosión?” La respuesta que dan los TJ me parece correcta: Dios mismo creó
el universo, ya fuera usando una explosión cósmica o cualquier otro medio.
A la segunda pregunta
que es múltiple: “Según la Biblia, ¿es
posible que los seres vivos cambien con el paso del tiempo?” Sí, responden.
“¿Puede haber variación dentro de un
mismo género?” Sí, siguen respondiendo. “¿Demuestran
estas variaciones que un género puede evolucionar y formar uno nuevo?” No.
De acuerdo con las dos primeras respuestas
afirmativas. No así con la última negativa. Veamos:
Los TJ, que no aceptan que el hombre es cuerpo
y alma, tal cual se deduce de la Biblia, sino que nos dicen que el hombre es,
para decirlo de alguna manera, de una sola pieza, que no hay nada espiritual en
él, no aceptan de ninguna manera la posibilidad de que un mono haya
evolucionado a un ser complejo como es el hombre. Y yo lo entiendo. Y también comprendo
que mientras los TJ mantengan su doctrina sobre el alma va a ser imposible
tratar con ellos de este tema.
(Véase, pues, el tema del alma, un tema un tanto complejo, pero
necesario que comprendamos en toda su profundidad, que podéis encontrar bajo la
etiqueta “Alma” en esta misma web).
De todas maneras, la actitud del cristiano ante
las teorías de la evolución del hombre, que son varias, ha de ser de prudencia.
Hay que reconocer, sin embargo, que estas teorías parten de hipótesis
científicas serias, dignas de ser tenidas en cuenta, porque han sido suficientemente
comprobadas por diversas disciplinas del saber y que incluso han proporcionado
algún Premio Nobel. Sin embargo, hay que estar atentos de cara a su
interpretación.
No es admisible, por ejemplo, una
interpretación de tipo materialista, que excluya de entrada la causalidad
divina. Sí se puede admitir la posibilidad de una evolución en cuanto al
cuerpo, que Dios se sirviera de un mono para hacer al primer hombre. Sin
embargo, sabemos por la Revelación, que el alma humana, que es espiritual, no
puede surgir de la materia, sino que implica una creación directa por parte de
Dios. O sea, no creo que esté en contra de la Biblia, aceptar que el cuerpo
humano tenga su origen en la materia viva que existe antes que él, y que el
alma espiritual sea creada inmediatamente por Dios, desestimando en consecuencia, las teorías
de la evolución que, en función de las filosofías en las que se inspiran,
consideren que el espíritu surge de las fuerzas de la materia viva. Con esto,
se rechaza cualquier interpretación que diga que todo el hombre (alma y cuerpo)
descienden del mono.
En este punto queda claro que la particular doctrina
sobre el alma humana que enseñan los TJ es un hándicap que prácticamente les imposibilita
la aceptación de cualquier teoría sobre la evolución humana por mucho que esta
respete la causalidad divina.
De hecho, la teoría de la evolución no elimina
la necesidad de una inteligencia ordenadora y, por otra parte, pone en evidencia
todos los descubrimientos que se han hecho en este campo gracias a la
paleontología y en los que se observa cómo poco a poco, (después de miles y
millones de años) los homínidos fueron transformándose hasta que “dieron lugar”
al hombre. Estos estudios evidencian una cosa de la que no podemos dudar: el
hombre tiene muchas cosas en común con el mundo viviente inferior a él, y de
modo especial con la familia de los monos. Esta es una verdad en la que la
ciencia ha ido profundizando cada vez más y que permite pensar que la teoría de
la evolución hoy día es la explicación más racional.
Pero lo que a veces no se recalca de igual manera, es que el hombre por sus manifestaciones de inteligencia, voluntad y capacidad de amar, se separa claramente de los monos. Esto es lo que los cristianos hemos de esforzarnos en comunicar: que el hombre no es pura materia sino que tiene espíritu y el espíritu no evoluciona. La ciencia podrá explicar cómo ha ido evolucionando el cuerpo, cosa que el cristiano –que no sea TJ- no sólo no tendrá problemas en aceptar, sino que la acogerá, pero lo que nunca podrá probar la ciencia es que “haya evolucionado el alma”.
A la Tercera pregunta: “La creación y la evolución, ¿pueden ser ambas verdad?” Como es lógico, los TJ contestan negativa y rotundamente a esta pregunta.
Pero lo que a veces no se recalca de igual manera, es que el hombre por sus manifestaciones de inteligencia, voluntad y capacidad de amar, se separa claramente de los monos. Esto es lo que los cristianos hemos de esforzarnos en comunicar: que el hombre no es pura materia sino que tiene espíritu y el espíritu no evoluciona. La ciencia podrá explicar cómo ha ido evolucionando el cuerpo, cosa que el cristiano –que no sea TJ- no sólo no tendrá problemas en aceptar, sino que la acogerá, pero lo que nunca podrá probar la ciencia es que “haya evolucionado el alma”.
A la Tercera pregunta: “La creación y la evolución, ¿pueden ser ambas verdad?” Como es lógico, los TJ contestan negativa y rotundamente a esta pregunta.
Pero aunque está claro que la verdad no puede
contradecir a la verdad. Quiero decir que la verdad científica nunca puede ser
disconforme con la verdad revelada, si ambas se mantienen cada una en su campo
y saben interpretarse adecuadamente. La razón es obvia: Dios es la suprema
Verdad; las verdades parciales son aspectos de esa única Verdad; admitir
discrepancias entre unas verdades y otras sería tanto como admitir
contradicción interna en Dios, lo cual es inimaginable.
Resumiendo: El cristiano (que crea que el
hombre no es solamente pura materia sino que tiene un alma espiritual) puede
aceptar tranquilamente que para la creación del hombre, Dios se pudo valer de
una “materia” que ya existía (los homínidos) y que perfeccionó, a la que añadió
el alma espiritual y racional, creando así al hombre. Además los cristianos
creemos que Dios no sólo dio el alma al primer hombre, sino que la da a cada nuevo
hombre que viene al mundo.