s/TJ:
Un rescate es el precio que se paga para salvar la vida
de una persona (Ex 21;29.30) De manera Que un rescate es algo que resulta en la
liberación de alguien que se halla en cautiverio. Es algo que se
paga para que dicha persona no pierda la vida. La vida humana
perfecta de Jesús se dio para liberar a la humanidad del
cautiverio al pecado y la muerte (1Pe 1;18-19) (Ef
1;7) ("Usted puede vivir...", pág 61)
¿Por qué se necesitaba tal liberación? Esto se debía
a que Adán, el antepasado de todos nosotros, se había revelado
contra Dios. Así, el acto de desafuero de él lo había convertido en
pecador, puesto que la Biblia explica que "el pecado es
desafuero" (1Jn 3;4) (1Jn 5;17) ("Usted puede vivir...",
pág 61)
Por su desobediencia, Adán el hombre perfecto perdió la
vida perfecta en una tierra paradisíaca para sí mismo y para todos sus
hijos. Jesucristo dio su propia vida perfecta para volver a
comprar lo que Adán había perdido. Sí, Jesús "se dio a sí
mismo como rescate correspondiente por todos" (1Tim
2;5-6) ("Usted puede vivir...", pág 62) ("La Atalaya"
de 15.1.92, pág 21)
Jesús entonces tenía que ser lo que Adán había
sido originalmente: un humano perfecto, no un Dios-hombre. (Ex 21;23) (Dt
19;21) (1Cor 15;22) ("La Atalaya" de 15.1.92, pág 21)
Análisis:
Reconocen los TJ que “aunque en realidad todos los pecados son pecados
contra Dios hay algunos más graves que otros, por ejemplo: la idolatría, la
falta de fe, la falta de respeto por las cosas sagradas y todas las formas de
adoración falsa” (Perspicacia 2, pág 617). En estos casos, nos dice la Biblia “¿quién hay que pueda orar por él?”.
(1Sam 2;22-25). Creo que todos estaremos de acuerdo en que el pecado de
nuestros primeros padres fue el más grave cometido ya que de él se derivan
todos los demás. Insisto, y ahora acentuando al máximo la pregunta:
“¿quién-hay-que-pueda-orar-por-él?”. Tan grande fue el pecado cometido, que lo
TJ consideran que Adán y Eva “no tuvieron posibilidad alguna de beneficiarse
del sacrificio redentor de Cristo” (“¿Quiénes resucitarán?” Preguntas sobre la
Biblia). Pero, como decíamos al
principio de este análisis, todos los pecados, son pecados contra Dios y, por
lo tanto, la pregunta debemos hacérnosla para cada uno de nuestros pecados. Y
es que los TJ han de comprender que un pecado es, en
todo caso, una ofensa a Dios que no hay hombre que sea capaz de compensarla
efectivamente.
Veamos. Un bofetón dado a un compañero de trabajo se
"compensa" con más o menos facilidad. El mismo bofetón
dado a un personaje reconocido seguramente deberá "compensarse"
con unos días de cárcel. Si el bofetón se da al rey, los días
de cárcel se pueden convertir en meses o años y, quien sabe sino se aplicará
algún castigo más drástico. ¿O, no es más horrendo el hecho que un
hijo mate a su propio padre que a otra persona? En (Ex 21;12-17)
podemos leer: "El que hiera mortalmente a otro
será castigado con la muerte... y el que maldijere
a su padre (ofensa menor a una persona de mayor condición), será
muerto". Lo más grave que un hombre puede hacer a otro
hombre se puede "compensar" con la tortura y la muerte, pero, ¿con
qué y cómo pagará el hombre una ofensa hecha al Dios infinito y
eterno? Y es que el problema en cualquier caso no está en el ofensor sino
en el ofendido. Y el ofendido, en nuestro caso, es Dios. Sólo un hombre-Dios
podía solucionar este problema. Y así se solucionó por el gran
amor de Dios hacia sus criaturas sacrificándose a sí mismo en la
persona del Hijo (Flp 2;5-11).
Y es que el “principio legal” del que hablan los TJ -vida humana por vida humana- y que Dios dio a
la nación de Israel, estaba “pensado” para las relaciones humanas. Pero… cuando
inicialmente Dios es una de las partes, y queremos aplicar la misma justicia, la
otra debe acomodarse a su nivel. Y si esta otra parte, como es el caso, es el
hombre incapaz de conseguirlo por sí mismo debido a su propia naturaleza, el
hombre está perdido, no tiene ninguna posibilidad. Como ya he dicho, solo el
amor de Dios es capaz de solventar esta situación. Y así lo hizo.
Así, pues, si el Hijo de Dios no es de la misma
naturaleza que el Padre, como los TJ se empeñan en deducirlo de cuatro palabras
de la Biblia a pesar de que en el texto sagrado está perfectamente clara la
divinidad del Hijo, y si además el Hijo de Dios es un ser creado y por lo tanto
muy lejos del poder y de la divinidad del Padre, esta doctrina no tiene ninguna
efectividad para la salvación o rescate del hombre. Este sigue condenado.
Todavía no ha llegado su salvador.