s/TJ:
Para seguir las instrucciones de
Jesús en (Mt 22;15-22), “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios”, debemos respetar el gobierno del país donde vivimos, es decir, obedecer
sus leyes, respetar a sus funcionarios y pagar los impuestos (Rom.13:7). Ahora
bien, si las autoridades nos mandan desobedecer a Dios, de manera respetuosa
nos negamos a hacerlo. (“Seamos neutrales en este mundo dividido” en “La Atalaya (Edición de Estudio)” de abril 2016, pág
27)
Una manera de pagar a Dios lo que con justicia le pertenece es siendo neutrales en los asuntos políticos (Is 2;4). Eso significa que no estamos en contra de los gobiernos que Jehová ha permitido que existan. Tampoco apoyamos las actividades patrióticas o nacionalistas (Rom 13;1-2). No votamos por ningún partido político o candidato ni nos presentamos a las elecciones para conseguir un puesto público. No presionamos a los políticos ni intentamos cambiar un gobierno por otro. (“Seamos neutrales en este mundo dividido” en “La Atalaya (Edición de Estudio)” de abril 2016, pág 27)
Una manera de pagar a Dios lo que con justicia le pertenece es siendo neutrales en los asuntos políticos (Is 2;4). Eso significa que no estamos en contra de los gobiernos que Jehová ha permitido que existan. Tampoco apoyamos las actividades patrióticas o nacionalistas (Rom 13;1-2). No votamos por ningún partido político o candidato ni nos presentamos a las elecciones para conseguir un puesto público. No presionamos a los políticos ni intentamos cambiar un gobierno por otro. (“Seamos neutrales en este mundo dividido” en “La Atalaya (Edición de Estudio)” de abril 2016, pág 27)
Análisis:
Permitidme esta pequeña
introducción: Los TJ, en otro orden de cosas, suelen defender su idea contraria
a la "Trinidad" porque “No hay pasaje en la
Biblia que contenga este nombre": ("La verdad que lleva a la
vida eterna", pág 22 Y 24) ("Razonamiento a partir de las escrituras",
pág 419) (folleto: La Trinidad ¿misterio divino o mito pagano”) (“¡Despertad!
de 8/2013, pág13)
Y es verdad, la palabra "Trinidad" no se encuentra en las Escrituras. Pero
los TJ han de comprender que no, por ello, es imposible que sea una enseñanza
bíblica. Una enseñanza bíblica no se basa en el título por
la que históricamente se la conoce, sino en su contenido y en las razones
de la misma. Los propios
TJ utilizan muchos títulos y expresiones que no figuran en la
Biblia, como son: “Fuerza activa de Dios”, "coapóstol",
“Jehová”, "juicio de los mil años", "milenio", “cuerpo
gobernante”, "cielos espirituales" etc., y no han dejado, por esta circunstancia, de enseñar
la doctrina que, para ellos, encierran estas expresiones, ni de usar esas
palabras a pesar de sus ataques a la doctrina de la "Trinidad" por no
aparecer su nombre escrito en la Biblia.
Hago esta pequeña introducción a
esta parte del análisis, porque en el tema que nos ocupa, los TJ hacen aparecer
generosamente una expresión -“neutral o neutralidad”- que no aparece en toda la
Biblia. Sólo en este artículo que estamos analizando, en el texto y en las
notas, aparece 36 veces.
Los TJ nos dicen, como hemos leído
más arriba, que “una manera de pagar a Dios lo que con justicia le pertenece es
siendo neutrales en los asuntos políticos. Eso significa -siguen diciendo-, que no
estamos en contra de los gobiernos que Jehová ha permitido que existan. Tampoco
apoyamos las actividades patrióticas o nacionalistas (Rom 13;1-2). No votamos
por ningún partido político o candidato ni nos presentamos a las elecciones
para conseguir un puesto público. No presionamos a los políticos ni intentamos
cambiar un gobierno por otro”.
Ya que los TJ han anotado como apoyo
bíblico a sus palabras la referencia (Rom 13;1-2), diré que en estos versículos,
se refleja la idea fundamental de Pablo en relación a la obediencia a las
legítimas autoridades, al afirmar que todos los hombres, sin excluir los
cristianos, deben obedecer a los poderes públicos constituidos, pues
toda autoridad viene de Dios, y desobedecerlos es desobedecer a
Dios. San Pablo no determina en qué sentido toda autoridad viene de
Dios, idea por lo demás muy bíblica (Sab 6;3-4) (Jn 19;11), pero podemos suponer
que es en el sentido de que Dios es el autor del hombre creado para vivir en sociedad y, por lo
mismo, autor de la sociedad y de la autoridad, que es la forma de regirla.
San Pablo lleva
hasta Dios el origen de los Estados, pues es El quien ha
determinado que existan organismos civiles, compuestos por quienes mandan
y por quienes obedecen. Tanto es así, que resistir a las autoridades humanas es
«resistir a la disposición de Dios... y atraerse sobre sí la condenación»
(v.2). Esta «condenación» es, en el pensamiento de Pablo, la justa sanción
civil en castigo de la desobediencia, sanción que no excluye otra de tipo más
elevado, dado que se trata de rebeldía contra la disposición de Dios. Como vemos, la
doctrina expuesta aquí por el Apóstol es de muy graves consecuencias,
impregnando de profundo sentido religioso las relaciones del naciente
cristianismo con el Estado, aunque éste sea pagano, como era el caso de
entonces. Una observación importante quiero hacer, y es que San Pablo se fija en
las autoridades constituidas de hecho, sin aludir al
modo como llegaron al poder. Es cuestión que no considera. Tampoco considera
el caso en que esas autoridades manden cosas injustas; más bien supone que el Estado se
mantiene dentro de sus límites, aprobando el bien y reprimiendo el mal, (según
los versículos 3 y 4 que siguen a la cita) y es sólo en esa hipótesis como tiene aplicación
su doctrina, incluso en la cuestión de impuestos a que alude en
los posteriores versículos 6 y 7.
Pero lo que está claro es que ni
Jesús en su respuesta “Dad al César …” de
(Mt 22;21) ni Pablo en (Rom 13;1-2), cita que aportan los TJ, ordenan que los
cristianos han de ser “neutrales” en temas políticos y comportarse, en consecuencia,
como los TJ enseñan que deben hacerlo sus seguidores.
s/TJ:
La Biblia da varias razones por
las que Dios nos pide ser neutrales. Una es que seguimos las enseñanzas y el
ejemplo de su hijo Jesús. Él no fue
“parte del mundo”, y no participó en política ni en guerras (Jn 6;15) (Jn 17;16).
Además, tenemos que ser neutrales para poder ser súbditos leales del Reino de
Dios. (Continuación del artículo: “Seamos
neutrales en este mundo dividido” en “La Atalaya
(Edición de Estudio)” de abril 2016)
“Jesús
no era parte del mundo porque no intervenía en las cuestiones sociales y
políticas de su tiempo… Sin importar dónde vivamos, respetamos y obedecemos
las leyes del país, pero nos mantenemos neutrales en asuntos políticos. Así
cumplimos con el mandato que Jesús dio a los cristianos cuando les dijo: “Ustedes no son parte del mundo”. De
ahí que no participemos en la política ni apoyemos las guerras (Jn 15;19) (Jn 17;16). (La Atalaya del 1/3/2012,
pág 5)
Análisis:
Ya hemos
dicho que ni Jesús, ni Pablo, ni mucho menos Dios, nos piden que seamos neutrales
en temas de política. Leyendo el Nuevo Testamento o Escrituras Griegas, se hace
patente que la muerte de Jesús, en gran parte, fue dictada precisamente por
motivos de índole política. Que los cristianos no sean
parte de este mundo, no quiere decir que los cristianos no deban intervenir en
las cuestiones sociales y políticas de su ambiente. En toda la historia de
Israel, narrada en el Antiguo Testamento, apenas si existe frontera entre
religión y política.
Y no son
pocas las referencias a las estructuras de la sociedad y al poder político que
encontramos en el Nuevo Testamento. Jesús se refiere a normas de vida política:
todo reino internamente dividido perece (Lc 11,17); un rey debe calcular sus
fuerzas antes de hacer la guerra (Lc 14,31-32); los que cogen la
espada perecerán por la espada (Mt 26,52); los hijos de los reyes no pagan
tributos (Mt 17,24-27); el trabajador tiene derecho a su
salario (Lc 10,7). Por otra parte,
dedica una acerba ironía a los tiranos de su tiempo (Lc 22,25). Responde,
en fin, a la malintencionada pregunta de los fariseos y los herodianos indicando
la obligación de dar al César lo que es del César (Mt 22,21). Por otra parte, tanto Pedro como Pablo nos dan
idénticas instrucciones para nuestra vida de cristianos en el campo de la política:
“Por
amor del Señor, estad sujetos a toda autoridad humana: ya al emperador, como
soberano; ya a los gobernadores, como delegados suyos para castigo de los malhechores
y elogio de los buenos” (1Pe 2;13-14). “Todos los hombres, sin excluir los cristianos, deben obedecer a los poderes públicos
constituidos, pues toda autoridad viene de Dios, y desobedecerlos es desobedecer a
Dios” (Rom 13;1-2).
No deja de ser significativo que Jesús no fuera nunca acusado de colaboracionismo con los ocupantes. A
primera vista parecería que su actitud se prestaba a ello:
un hombre que, en su
patria ocupada y ansiosa de liberación, anuncia que no ha de venir ningún mesías guerrero, predica una
religión universal e inculca
el amor a los enemigos, debiera haber atraído la simpatía del gobierno ocupante y de sus colaboradores,
saduceos y herodianos. Ocurre, sin
embargo, todo lo contrario: los sumos sacerdotes y los fariseos deciden la muerte de Jesús
porque, si no, «todos
creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro santuario y nuestra nación» (Jn 11;48); y, a su
vez, Pilato lo condenará
bajo la inculpación jurídica de rebeldía contra el Imperio (Jn 19;12). ¿Cómo explicar tan sorprendente
hecho? Por una parte, sin duda, porque
Jesús entronca claramente, aunque dándoles un nuevo sentido, con las esperanzas
mesiánicas de Israel, e incluso elige sus
discípulos en los círculos en que esta expectativa era más intensa (uno de
ellos, al menos, Simón, parece que era un zelota) (Lc 6;15). Por otra parte, porque las constantes críticas de Jesús a los ricos
y los poderosos y su
independencia ante las autoridades hacían imposible, sin duda, contarlo entre sus partidarios. (Lc 6;15) (Lc
13;32)
Si el poder público es «un
instrumento de Dios para hacer justicia», como nos dice Pablo en (Rom
13;3-7), ¿qué duda cabe que su ejercicio puede ser
tarea apropiada para un cristiano? Pablo nos recomienda a los fieles, el
respeto a la autoridad basándose en lo que la autoridad debiera de ser según
el plan de Dios. Esta misma recomendación se encuentra en la epístola
(Tito 3;1) y por otra parte en la (1Pe 2;13-14).
Extraordinario interés presentan en el
libro de los Hechos de los apóstoles, los dos pasajes en que se nos describe la organización económica de
la comunidad primitiva (Hech 2;44-45) y (Hech 4;32) (Hech 4;34-35): los bienes son vendidos por sus dueños y puestos a los pies de los apóstoles para
que los distribuyan según las necesidades de
cada uno. Cierto que se trata de una organización pasajera y voluntaria (Hech 5;4), pero demuestra que en la enseñanza de Jesús se encontraban principios capaces
de repercutir en las estructuras de la comunidad.
Anotemos, en fin, otras dos indicaciones del pensamiento del Apóstol sobre las estructuras sociales: «El que no trabaje que tampoco coma» (2Tes 3;10) (1Tes 4;11).
«No se trata de reduciros a la indigencia para aliviar a los otros. Lo
que conviene es la igualdad. Que, en este caso, lo que a vosotros sobra
socorra a su carencia, para que un día lo que a ellos les sobre socorra vuestra
carencia. Así reinará la igualdad, según lo que está escrito: El que
recogió mucho no tuvo demasiado, y el que había recogido poco no careció
de nada» (2Cor 8;13-15). En esta misma línea, la epístola de Santiago
condena a quienes tratan de distinta forma a las personas según su situación
social (Sant 2;1-9).
En cierto
sentido cabe afirmar que el más «político» de los libros del Nuevo
Testamento es el Apocalipsis. Escrito como libro de consolación de los
fieles perseguidos por Domiciano, uno de sus temas centrales es el anuncio del
triunfo de la Iglesia sobre Roma, personificada en las dos bestias que
simbolizan el doble poder, político y religioso, del Imperio, que el
vidente presenta bajo los rasgos eternos del Estado totalitario: (Ap
13;16-17).
¿Cómo seguir sosteniendo que el creyente ha de mantenerse lejos de
toda actividad política? Los TJ están totalmente equivocados en su doctrina
sobre esta cuestión. Confunden, como he dicho al principio, el no ser de este
mundo con el deber del cristiano de participar en la política y en la vida
social para que la autoridad, que es un instrumento de Dios para la justicia,
siga realmente los planes de Dios. De hecho, en los versículos siguientes a (Jn
17;14) se lee la oración de Jesús al Padre: “No pido que los tomes del
mundo, sino que los guardes del mal… como tú me enviaste al mundo, así yo los
envié a ellos al mundo” (Jn 17;15-19).
(La mayor parte del análisis de este tema está extraído de la "Biblia Comentada" de la BAC)
(La mayor parte del análisis de este tema está extraído de la "Biblia Comentada" de la BAC)