jueves, 14 de abril de 2016

LOS TJ SON NEUTRALES EN LOS ASUNTOS POLÍTICOS


s/TJ:

Para seguir las instrucciones de Jesús en (Mt 22;15-22), “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, debemos respetar el gobierno del país donde vivimos, es decir, obedecer sus leyes, respetar a sus funcionarios y pagar los impuestos (Rom.13:7). Ahora bien, si las autoridades nos mandan desobedecer a Dios, de manera respetuosa nos negamos a hacerlo. (“Seamos neutrales en este mundo dividido” en “La Atalaya (Edición de Estudio)” de abril 2016, pág 27)

Una manera de pagar a Dios lo que con justicia le pertenece es siendo neutrales en los asuntos políticos (Is 2;4). Eso significa que no estamos en contra de los gobiernos que Jehová ha permitido que existan. Tampoco apoyamos las actividades patrióticas o nacionalistas (Rom 13;1-2). No votamos por ningún partido político o candidato ni nos presentamos a las elecciones para conseguir un puesto público. No presionamos a los políticos ni intentamos cambiar un gobierno por otro. (“Seamos neutrales en este mundo dividido” en “La Atalaya (Edición de Estudio)” de abril 2016, pág 27)

Análisis:
Permitidme esta pequeña introducción: Los TJ, en otro orden de cosas, suelen defender su idea contraria a la "Trinidad" porque “No hay pasaje en la Biblia que contenga este nombre": ("La verdad que lleva a la vida eterna", pág 22 Y 24) ("Razonamiento a partir de las escrituras", pág 419) (folleto: La Trinidad ¿misterio divino o mito pagano”) (“¡Despertad! de 8/2013, pág13) Y es verdad, la palabra "Trinidad" no se encuentra en las Escrituras. Pero los TJ han de comprender que no, por ello, es imposible que sea una enseñanza bíblica.  Una enseñanza bíblica no se basa en el título por la que históricamente se la conoce, sino en su contenido y en las razones de la misma. Los propios TJ utilizan muchos títulos y expresiones que no figuran en la Biblia, como son: “Fuerza activa de Dios”, "coapóstol", “Jehová”, "juicio de los mil años", "milenio", “cuerpo gobernante”, "cielos espirituales" etc., y no han dejado, por esta circunstancia, de enseñar la doctrina que, para ellos, encierran estas expresiones, ni de usar esas palabras a pesar de sus ataques a la doctrina de la "Trinidad" por no aparecer su nombre escrito en la Biblia.
Hago esta pequeña introducción a esta parte del análisis, porque en el tema que nos ocupa, los TJ hacen aparecer generosamente una expresión -“neutral o neutralidad”- que no aparece en toda la Biblia. Sólo en este artículo que estamos analizando, en el texto y en las notas, aparece 36 veces.
Los TJ nos dicen, como hemos leído más arriba, que “una manera de pagar a Dios lo que con justicia le pertenece es siendo neutrales en los asuntos políticos.  Eso significa -siguen diciendo-, que no estamos en contra de los gobiernos que Jehová ha permitido que existan. Tampoco apoyamos las actividades patrióticas o nacionalistas (Rom 13;1-2). No votamos por ningún partido político o candidato ni nos presentamos a las elecciones para conseguir un puesto público. No presionamos a los políticos ni intentamos cambiar un gobierno por otro”.
Ya que los TJ han anotado como apoyo bíblico a sus palabras la referencia (Rom 13;1-2), diré que en estos versículos, se refleja la idea fundamental de Pablo en relación a la obediencia a las legítimas autoridades, al afirmar que todos los hombres, sin excluir los cristianos, deben obedecer a los poderes públicos constituidos, pues toda auto­ridad viene de Dios, y desobedecerlos es desobedecer a Dios. San Pablo no determina en qué sentido toda autoridad viene de Dios, idea por lo demás muy bíblica (Sab 6;3-4) (Jn 19;11), pero po­demos suponer que es en el sentido de que Dios es el autor del hombre creado para vivir en sociedad y, por lo mismo, autor de la sociedad y de la autoridad, que es la forma de regirla.
San Pablo lleva hasta Dios el origen de los Estados, pues es El quien ha determinado que existan organismos civiles, compuestos por quienes mandan y por quienes obedecen. Tanto es así, que resistir a las autoridades hu­manas es «resistir a la disposición de Dios... y atraerse sobre sí la condenación» (v.2). Esta «condenación» es, en el pensamiento de Pablo, la justa sanción civil en castigo de la desobediencia, sanción que no excluye otra de tipo más elevado, dado que se trata de rebeldía contra la disposición de Dios. Como vemos, la doctrina expuesta aquí por el Apóstol es de muy graves consecuencias, impregnando de profundo sentido religioso las relaciones del naciente cristianismo con el Estado, aunque éste sea pagano, como era el caso de entonces. Una observación importante quiero hacer, y es que San Pablo se fija en las autoridades constituidas de hecho, sin aludir al modo como llegaron al poder. Es cuestión que no considera. Tampoco considera el caso en que esas autoridades manden cosas injustas; más bien supone que el Estado se mantiene dentro de sus límites, aprobando el bien y reprimiendo el mal, (según los versículos 3 y 4 que siguen a la cita) y es sólo en esa hipótesis como tiene aplicación su doctrina, incluso en la cuestión de impuestos a que alude en los posteriores versículos 6 y 7.
Pero lo que está claro es que ni Jesús en su respuesta “Dad al César …”  de (Mt 22;21) ni Pablo en (Rom 13;1-2), cita que aportan los TJ, ordenan que los cristianos han de ser “neutrales” en temas políticos y comportarse, en consecuencia, como los TJ enseñan que deben hacerlo sus seguidores.
s/TJ:
La Biblia da varias razones por las que Dios nos pide ser neutrales. Una es que seguimos las enseñanzas y el ejemplo de su hijo Jesús.  Él no fue “parte del mundo”, y no participó en política ni en guerras (Jn 6;15) (Jn 17;16). Además, tenemos que ser neutrales para poder ser súbditos leales del Reino de Dios. (Continuación del artículo: “Seamos neutrales en este mundo dividido” en “La Atalaya (Edición de Estudio)” de abril 2016)
“Jesús no era parte del mundo porque no intervenía en las cuestiones sociales y políticas de su tiempo… Sin importar dónde vivamos, respetamos y obedecemos las leyes del país, pero nos mantenemos neutrales en asuntos políticos. Así cumplimos con el mandato que Jesús dio a los cristianos cuando les dijo: “Ustedes no son parte del mundo”. De ahí que no participemos en la política ni apoyemos las guerras (Jn 15;19) (Jn 17;16). (La Atalaya del 1/3/2012, pág 5)
Análisis:

Ya hemos dicho que ni Jesús, ni Pablo, ni mucho menos Dios, nos piden que seamos neutrales en temas de política. Leyendo el Nuevo Testamento o Escrituras Griegas, se hace patente que la muerte de Jesús, en gran parte, fue dictada precisamente por motivos de índole política. Que los cristianos no sean parte de este mundo, no quiere decir que los cristianos no deban intervenir en las cuestiones sociales y políticas de su ambiente. En toda la historia de Israel, narrada en el Antiguo Testamento, apenas si existe frontera entre religión y política.

Y no son pocas las referencias a las estructuras de la sociedad y al poder político que encontramos en el Nuevo Testamento. Jesús se refiere a nor­mas de vida política: todo reino internamente dividido perece (Lc 11,17); un rey debe calcular sus fuerzas antes de hacer la guerra (Lc 14,31-32); los que cogen la espada perecerán por la espada (Mt 26,52); los hijos de los reyes no pagan tributos (Mt 17,24-27); el traba­jador tiene derecho a su salario (Lc 10,7). Por otra parte, dedica una acerba ironía a los tiranos de su tiempo (Lc 22,25). Responde, en fin, a la malintencionada pregunta de los fariseos y los herodianos indicando la obligación de dar al César lo que es del César (Mt 22,21). Por otra parte, tanto Pedro como Pablo nos dan idénticas instrucciones para nuestra vida de cristianos en el campo de la política: “Por amor del Señor, estad sujetos a toda autoridad humana: ya al emperador, como soberano; ya a los gobernadores, como delegados suyos para castigo de los malhechores y elogio de los buenos” (1Pe 2;13-14). “Todos los hombres, sin excluir los cristianos, deben obedecer a los poderes públicos constituidos, pues toda auto­ridad viene de Dios, y desobedecerlos es desobedecer a Dios” (Rom 13;1-2).

No deja de ser significativo que Jesús no fuera nunca acusado de colaboracionismo con los ocupantes. A primera vista parecería que su actitud se prestaba a ello: un hombre que, en su patria ocupada y ansiosa de liberación, anuncia que no ha de venir ningún mesías guerrero, predica una religión universal e inculca el amor a los enemigos, debiera haber atraído la simpa­tía del gobierno ocupante y de sus colaboradores, saduceos y he­rodianos. Ocurre, sin embargo, todo lo contrario: los sumos sacer­dotes y los fariseos deciden la muerte de Jesús porque, si no, «todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro santuario y nuestra nación» (Jn 11;48); y, a su vez, Pilato lo condenará bajo la inculpación jurídica de rebeldía contra el Im­perio (Jn 19;12). ¿Cómo explicar tan sorprendente hecho? Por una parte, sin duda, porque Jesús entronca claramente, aunque dándoles un nuevo sentido, con las esperanzas mesiánicas de Is­rael, e incluso elige sus discípulos en los círculos en que esta expectativa era más intensa (uno de ellos, al menos, Simón, parece que era un zelota) (Lc 6;15). Por otra parte, porque las constantes críticas de Jesús a los ricos y los poderosos y su independencia ante las autoridades hacían imposible, sin duda, contarlo entre sus partidarios. (Lc 6;15) (Lc 13;32)

Si el poder público es «un instrumento de Dios para hacer justicia», como nos dice Pablo en (Rom 13;3-7), ¿qué duda cabe que su ejercicio puede ser tarea apropiada para un cristia­no? Pablo nos recomienda a los fieles, el respeto a la autoridad ba­sándose en lo que la autoridad debiera de ser según el plan de Dios. Esta misma recomendación se encuentra en la epístola (Tito 3;1) y por otra parte en la (1Pe 2;13-14).

Extraordinario interés presentan en el libro de los Hechos de los apóstoles, los dos pasajes en que se nos describe la organización económica de la comunidad primitiva (Hech 2;44-45) y (Hech 4;32) (Hech 4;34-35): los bienes son vendidos por sus dueños y puestos a los pies de los apóstoles para que los distri­buyan según las necesidades de cada uno. Cierto que se trata de una organización pasajera y voluntaria (Hech 5;4), pero demuestra que en la enseñanza de Jesús se encontraban principios capaces de repercutir en las estructuras de la comunidad.

Anotemos, en fin, otras dos indicaciones del pensamiento del Apóstol sobre las estructuras sociales: «El que no trabaje que tam­poco coma» (2Tes 3;10) (1Tes 4;11). «No se trata de reduciros a la indigencia para aliviar a los otros. Lo que conviene es la igualdad. Que, en este caso, lo que a vos­otros sobra socorra a su carencia, para que un día lo que a ellos les sobre socorra vuestra carencia. Así reinará la igualdad, según lo que está escrito: El que recogió mucho no tuvo demasiado, y el que había recogido poco no careció de nada» (2Cor 8;13-15). En esta misma línea, la epístola de Santiago condena a quienes tratan de distinta forma a las personas según su situación social (Sant 2;1-9).

En cierto sentido cabe afirmar que el más «político» de los libros del Nuevo Testamento es el Apocalipsis. Escrito como libro de consolación de los fieles perseguidos por Domiciano, uno de sus temas centrales es el anuncio del triunfo de la Iglesia sobre Roma, personificada en las dos bestias que simbolizan el doble poder, político y religioso, del Imperio, que el vidente presenta bajo los rasgos eternos del Estado totalitario: (Ap 13;16-17).

¿Cómo seguir sosteniendo que el cre­yente ha de mantenerse lejos de toda actividad política? Los TJ están totalmente equivocados en su doctrina sobre esta cuestión. Confunden, como he dicho al principio, el no ser de este mundo con el deber del cristiano de participar en la política y en la vida social para que la autoridad, que es un instrumento de Dios para la justicia, siga realmente los planes de Dios. De hecho, en los versículos siguientes a (Jn 17;14) se lee la oración de Jesús al Padre: “No pido que los tomes del mundo, sino que los guardes del mal… como tú me enviaste al mundo, así yo los envié a ellos al mundo” (Jn 17;15-19).

(La mayor parte del análisis de este tema está extraído de la "Biblia Comentada" de la BAC)