Durante su conversación con Nicodemo, Jesús destacó
que es imprescindible nacer de nuevo para poder ver el reino de
Dios. Dijo: “A menos que uno nazca de
nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3).
Con las expresiones “a menos que” y “no puede”, Jesús
dejó claro que es imprescindible nacer de nuevo. Pongamos un ejemplo. Si
alguien dice: “A menos que exista el Sol, no puede haber luz en la
Tierra”, está indicando que la existencia del Sol es imprescindible
para que haya luz en nuestro planeta. Del mismo modo, Jesús indicó que volver a
nacer es absolutamente necesario para “ver el reino de Dios”.
Después, como si quisiera eliminar toda sombra de duda, Jesús añadió lo siguiente: “Ustedes tienen que nacer otra vez” (Juan 3:7). Por lo tanto, sus palabras muestran con claridad que nacer de nuevo es un requisito indispensable para poder “entrar en el reino” (Juan 3:5).
Análisis:
Totalmente
de acuerdo
s/TJ:
En vista de la gran importancia que Jesús le daba a
este nuevo nacimiento, todos deberíamos asegurarnos de que comprendemos
con exactitud qué implica. Por ejemplo, ¿diría usted que es el propio cristiano
el que decide nacer de nuevo?
¿Quién
causa el nuevo nacimiento? Algunos predicadores que exhortan a sus
feligreses a nacer de nuevo citan estas palabras de Jesús: “Ustedes tienen que nacer otra vez” (Jn
3;7). Pero las leen como si fuera un mandato, como si Jesús estuviera diciendo:
“¡Nazcan de nuevo!”. Por eso predican
que es responsabilidad de cada creyente obedecer a Jesús y dar los
pasos necesarios para volver a nacer. Según ellos, nacer de nuevo es una
decisión personal. Ahora bien, ¿concuerda eso con lo que Jesús le
dijo a Nicodemo?
Cuando
uno investiga este tema un poco más, se da cuenta de que Jesús no estaba
enseñando que cada cual decide si va a nacer de nuevo o no. ¿Por qué llegamos a
esta conclusión? Porque la expresión griega que se vierte “nazca de nuevo” también se puede traducir “nazca de arriba” (Jn 3;3). De acuerdo con esto, el nuevo
nacimiento viene “de arriba”, o lo
que es lo mismo, “desde el cielo” o “del Padre” (Juan 19:11;
nota; Santiago 1:17). En otras palabras, depende de Dios (1 Juan
3:9).
Sabiendo
esto, no es difícil entender por qué volver a nacer no puede depender
de uno mismo... De ahí que el apóstol Pedro dijera: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, porque, según su gran misericordia, nos dio un nuevo nacimiento”
(1 Pedro 1:3).
Análisis:
¡Todo depende en último extremo
de Dios! Pero depende de uno mismo querer iniciar este proceso. En efecto, los
propios TJ nos dirán posteriormente: “En
primer lugar, la persona tiene que arrepentirse de sus pecados, abandonar su
mala conducta, dedicar su vida al servicio de Dios y hacerlo público mediante
el bautismo en agua”. Y todo ello, que puede llevar meses e, incluso, años,
es iniciativa de quien haya decidido llevar a cabo las palabras de Jesucristo:
“A menos que uno nazca de nuevo, no puede
ver el Reino de Dios” (Jn 3;3). Y entonces, la persona que ha tomado esta
iniciativa, si Dios quiere, como en todo, será ungido por el Espíritu Santo y
nacerá de nuevo, nacerá de arriba y podrá entrar en el Reino de Dios (Jn 3;5)
porque todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios, ha nacido de
arriba (1Jn 5;1). Y desde luego, si entra en el Reino de Dios, no es para
gobernar al puro estilo de los TJ, sino para recibir la vida eterna que Jesús
ha prometido a todo el que cree en Él y sigue sus mandamientos (Mt 19;17) (1Jn
3;24), etc.
s/TJ:
Ahora
bien, ¿qué tiene que ver el Reino de Dios con este nuevo nacimiento?
Muchas
personas creen que hay que nacer de nuevo para recibir la salvación eterna. Sin
embargo, ¿recuerda por qué dijo Jesús que había que nacer de nuevo? Porque “a
menos que uno nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3).
En efecto, no dijo que fuera para ser salvo, sino para entrar en el
Reino de Dios. “Pero ¿es que no es lo mismo entrar en el Reino que ser
salvo?”, puede preguntar alguien. La verdad es que no. Para entender la
diferencia, veamos primero qué significa la expresión “reino de Dios”.
Puesto
que un reino es una forma de gobierno, al hablar del “reino de Dios”, en
realidad se está aludiendo a un gobierno establecido por Dios. Según la
Biblia, Jesucristo —el “hijo del hombre”— es el Rey de este reino y cuenta con
el apoyo de otros gobernantes (Daniel 7:1, 13, 14; Mateo
26:63, 64). Una visión del apóstol Juan revela que estos compañeros de Cristo
son personas elegidas de entre “toda tribu y lengua y pueblo y nación” y que
“han de reinar sobre la tierra” (Revelación [Apocalipsis]
5:9, 10; 20:6). La Palabra de Dios también indica que estos
reyes constituyen un “rebaño pequeño” formado por 144.000 miembros
“comprados de la tierra” (Lucas 12:32; Revelación 14:1, 3).
Pues
bien, ¿dónde está la sede del Reino de Dios? El hecho de que al “reino de
Dios” también se lo llame “reino de los cielos” indica que Jesús y quienes
reinan con él gobiernan desde el cielo (Lucas 8:10; Mateo 13:11). Por
tanto, el Reino de Dios es un gobierno celestial integrado por Jesucristo y por
un grupo de discípulos suyos elegidos de la humanidad.
En vista
de esto, ¿a qué se refería entonces Jesús cuando dijo que había que volver a
nacer para entrar en el Reino de Dios? A que hay que nacer de nuevo para
gobernar con Cristo en el cielo. En resumen: la función de este nuevo
nacimiento es preparar a un grupo limitado de seres humanos para gobernar en el cielo.
Análisis:
Entrar en el Reino de Dios o de los
Cielos es ser salvo en todo caso: (Mt 5;1-12) (Lc 6;20-26) (Mt 6;19-21) etc. Esto está clarísimo.
Por lo tanto, repetimos: a menos que
uno nazca de nuevo no puede entrar en el reino de Dios (Jn 3;3). Y es que el
Reino de Dios no es una forma de gobierno, como erróneamente explican los TJ, es
un lugar en los cielos, donde se puede entrar… si se quiere.
Los 144.000, rescatados de la
Tierra, que tanto protagonismo reciben por parte de los TJ, y que ninguna
atención recibieron de Jesucristo, hacen como de contrapeso a la apostasía de
los moradores de la tierra del cap. 13 de Apocalipsis. Representan la totalidad
de los elegidos, son los que no han querido adorar a la Bestia. Al fin y al
cabo, los 144.000 son comprados de “entre la humanidad” (NM) como “primicias”
para Dios y para el Cordero. Así, pues, sea cual sea la interpretación que se
quiera dar a la personalidad de los 144.000, estos son los adelantados que van
al cielo, pero como primicias de la masa de los redimidos ofrendados a Dios y
al Cordero.
s/TJ:
JESÚS no se limitó a explicarle a Nicodemo lo
importante que era nacer de nuevo, de quién dependía y qué función cumplía.
También le indicó la manera en que se produciría: “A menos que uno nazca del
agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Jn 3:5). Así
que solo se puede volver a nacer mediante el agua y el espíritu. Pero ¿qué
significan esas palabras?
Nicodemo era un judío versado en temas religiosos, así
que sin duda sabía que en las Escrituras Hebreas se llama “espíritu de Dios” a
la fuerza activa con la que Dios puede capacitar a las
personas para realizar ciertas obras (Génesis 41:38; Éxodo
31:3; 1 Samuel 10:6). Por eso, al oír hablar a Jesús del “espíritu”,
de seguro entendió que se refería a esa fuerza activa, al espíritu santo de
Dios.
¿Y qué hay de la referencia al agua? A este
respecto, son interesantes los relatos bíblicos que aparecen registrados poco
antes y poco después de esta conversación con Nicodemo. En ellos se
menciona que Juan el Bautista y los discípulos de Jesús estaban realizando
bautismos en agua (Juan 1:19, 31; 3:22; 4:1-3). Esta era una
práctica muy conocida en Jerusalén, por lo que Nicodemo debió entender que
Jesús no se estaba refiriendo al agua en general, sino al bautismo en
agua.
Pero si ‘nacer del agua’ significa ser bautizado en agua,
¿qué significa ‘nacer del espíritu’? Antes de que Jesús tuviera esta
conversación con Nicodemo, Juan el Bautista ya había señalado que el espíritu,
y no solo el agua, tendría un importante papel en el bautismo. Él dijo:
“Yo los he bautizado con agua, pero él [Jesús] los bautizará con espíritu
santo” (Marcos 1:7, 8). Marcos relata en su Evangelio la primera vez que
se produjo este tipo de bautismo: “En el transcurso de aquellos días Jesús vino
de Nazaret de Galilea y fue bautizado en el Jordán por Juan. E inmediatamente
que subió del agua vio que los cielos se abrían, y que, como paloma,
el espíritu descendía sobre él” (Marcos 1:9, 10). Al ser sumergido en
el río Jordán, Jesús fue bautizado con agua. Y cuando recibió espíritu
del cielo, fue bautizado con espíritu santo.
Unos tres años después de su bautismo, Jesús dijo a
sus discípulos: “Ustedes serán bautizados en espíritu santo no muchos días
después de esto” (Hechos 1:5). ¿Cuándo se cumplieron estas palabras?
Fue el
día del Pentecostés del año 33 de nuestra era. Estando reunidos unos ciento
veinte discípulos de Jesús en Jerusalén, “de repente ocurrió desde el cielo un
ruido exactamente como el de una brisa impetuosa y fuerte, y llenó casa en
toda la la cual estaban sentados. Y lenguas como de fuego se les
hicieron visibles [...], y todos se llenaron de espíritu santo” (Hechos
2:1-4). Ese mismo día, el apóstol Pedro habló a una muchedumbre y les exhortó a
bautizarse en agua diciendo: “Arrepiéntanse, y bautícese cada uno de ustedes en
el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán la dádiva
gratuita del espíritu santo”. ¿Cómo reaccionó la gente? “Los que abrazaron su
palabra de buena gana fueron bautizados, y en aquel día unas tres mil almas
fueron añadidas.” (Hechos 2:38, 41.)
¿Qué nos
revelan esos bautismos sobre el nuevo nacimiento? Que se trata de un
proceso en dos partes. En el caso de Jesús, primero fue bautizado en
agua y, luego, recibió el espíritu santo. Lo mismo pasó con
sus primeros discípulos: fueron bautizados en agua —algunos por Juan el Bautista— y después
recibieron el espíritu (Juan 1:26-36). De igual modo, los
3.000 nuevos discípulos mencionados anteriormente se bautizaron en agua antes
de recibir el espíritu santo.
Basándonos
en estos ejemplos del Pentecostés, ¿cómo deberíamos esperar que fuera hoy día
la experiencia de nacer de nuevo? Igual que la de los apóstoles de Jesús y los
demás discípulos. En primer lugar, la persona tiene que arrepentirse de
sus pecados, abandonar su mala conducta, dedicar su vida al servicio de Dios y
hacerlo público mediante el bautismo en agua. Solo después, si Jehová
selecciona a ese cristiano para gobernar en su Reino, podrá ser ungido con el
espíritu santo. A la primera parte del proceso —el bautismo con agua— le
da inicio la persona, mientras que a la segunda parte —el bautismo con
espíritu— le da inicio Dios. Así, solo cuando la persona ha recibido ambos
tipos de bautismo, puede decirse que ha experimentado ese nuevo nacimiento.
Análisis:
Pasajes
de la Escritura Textos de los
pasajes Comentarios
(Jn 3;3,7) (NM)
|
“En respuesta, Jesús le dijo: A menos que uno nazca de nuevo, no
puede ver el reino de Dios... No te
maravilles a. causa de que te dije: Ustedes tienen que nacer otra vez”.
|
No parece que hayan excepciones: “A menos que
uno…” Pero un TJ común contestará: "Las `otras
ovejas' no necesitamos tal renacimiento, pues
nuestra meta es la vida eterna en el paraíso terrenal restaurado como vasallos del Reino. Esto es para los 144.000
ungidos”.
|
(1Jn 5;1) (NM)
|
"Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios..."
|
La expresión: “Todo el que cree”, no deja a
nadie afuera
|
(Gl 4;5-6) (NM)
|
Cristo vino… “…para que nosotros, a nuestra
vez, recibiésemos la adopción de hijos.
Ahora bien, porque ustedes son hijos, Dios ha
enviado el espíritu de su Hijo a nuestros
corazones y éste clama: ¡Abba, Padre!"
|
Siguiendo su doctrina, el TJ común contestará
que NO, que no ha sido adoptado como hijo de Dios, al recibir el
Espíritu del Hijo de Dios.
|
(Rom 8; 14-16) (NM)
|
“Porque todos los que son conducidos por el
espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Porque no recibieron ustedes un
espíritu de esclavitud que ocasione temor de nuevo, sino que recibieron un
espíritu de adopción como hijos, espíritu por el cual clamamos: ¡Abba,
Padre!”
|
Estos versículos siguen hablando de mismo tema,
la recepción del “espíritu de adopción” y el clamar ¡Abba, Padre!, que el TJ
común dice que él no recibe ya que sólo se aplica este tema a los 144.000.
|
(Rom 8; 1-2, 8-9) (NM)
|
“Por lo tanto no tienen condenación los que
están en unión con Cristo Jesús. Porque la ley de ese espíritu que da vida en
unión con Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte… “
“Por
eso los que están en armonía con la carne no
pueden agradar a Dios. Sin embargo,
ustedes no están en armonía con la carne, sino con el espíritu, si es que el
espíritu de Dios verdaderamente mora en ustedes. Pero si alguien no tiene el espíritu de Cristo, este no le pertenece”.
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Si el TJ ha admitido que no ha recibido al Espíritu de Cristo para que more en su corazón al nacer de nuevo en adopción como hijo de Dios, a la luz de los versículos ocho y nueve, ¿puede llegar a alguna conclusión diferente
de que no puede agradar a Dios ni pertenecer a Cristo?
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