A excepción de otros grupos cristianos, los TJ se bautizan como símbolo de su dedicación a Jehová, haciendo esto "en el nombre del Padre (Jehová), del Hijo (Jesucristo) y del Espíritu Santo (Fuerza activa de Jehová).
A
semejanza con los grupos anabaptistas los Testigos de
Jehová rechazan el bautismo de infantes argumentando que en
la Biblia no hay constancia explícita del bautismo de ningún niño,
sino que más bien eran de personas que lo aceptaban después de
haber oído la palabra y puesto fe en ella, basándose en textos como (Hech 2;14)
(Hech 2;22) (Hech 2;38) (Hech 2;41)
Basándose en los relatos bíblicos
que hablan del bautismo como una sepultura figurativa en la
muerte de Jesús (Rom 6;4-6) (Col 2;12) entienden que este debe ser una
inmersión completa en agua (Perspicacia, vol I, págs 292,293)
Análisis:
Puesto que nacen con una naturaleza
humana caída y manchada por el pecado original, los niños necesitan
también el nuevo nacimiento en el Bautismo para poder ser librados
del poder de las tinieblas y ser trasladados al
dominio de la libertad de los hijos de Dios (Col 1;12-14), a la que todos
los hombres están llamados.
s/TJ:
El bautismo de infantes no es
bíblico: (Mt 28;19,20) (Hech 2;41) (Hech 8;12) (Lc 3;21-23) ("Asegúrense de
todas las cosas", Bautismo: pág 61)
Análisis:
"Dejad
que los niños vengan a mí, no se lo impidáis" (Mc 10;14)
La práctica de bautizar a los niños pequeños es una
tradición inmemorial de la Iglesia. Está atestiguada explícitamente
desde el s II. Sin embargo, es muy posible que, desde el
comienzo de la predicación apostólica, cuando "casas" enteras
recibieron el Bautismo (Hech 16;15) (Hech 16;33) (Hech 18;8) (1Cor 1;16),
se haya bautizado también a los niños.
Orígenes
afirma en una homilía, hacia el año 230, que “la Iglesia ha recibido de los apóstoles la tradición de bautizar
también a los niños pequeños”. Alrededor de la misma fecha, San Hipólito,
indicando el rito bautismal que se debía seguir en la comunidad cismática, de
la que él era entonces jefe, mencionaba como un acto normal, con el bautismo de
los adultos, el de los niños que no estaban aún en edad de responder: “Si no pueden ellos responder -dice- responderán por ellos sus padres o alguno de
su familia” (Tradición apostólica; XXI,4) Esta práctica no era una
particularidad de aquella secta, sino norma generalmente seguida en toda la
Iglesia.
Hacia
finales del siglo II, Tertuliano, que habla en general de los niños y San
Ireneo (+202) que menciona con más precisión aún a los niños de pecho, hacen
clara alusión a la práctica de su bautismo, como un uso legítimo y natural.
Tertuliano, por su parte, se oponía al bautismo de los pequeños, pero por
motivos puramente personales que no se apoyan ni en la Tradición ni es la
Escritura. Ciertamente en la época de este gran polemista el bautismo de los niños
no era ninguna novedad. Textos más antiguos aún permiten constatar esta
costumbre como anterior a finales del siglo I. El apologista San Justino,
declara al emperador Antonino Pío hacia el año 155: “Muchos hombres y mujeres que han sido discípulos de Cristo desde su
infancia han permanecido puros hasta los sesenta o setenta años: entre
ellos podría citaros muchos ejemplos de todas las clases de la sociedad”
(“Apología”, XV,6) Otro testimonio análogo lo encontramos en la narración del
martirio de San Policarpo (+156) que nos ha llegado en forma de carta circular
dirigida por la Iglesia de Esmirna a la de Filomelio de Frigia y a todas las
cristiandades del mundo que pertenecen a la Iglesia Universal”.
Siguiendo
a S. Pablo, la Iglesia ha enseñado siempre que la inmensa miseria
que oprime a los hombres y su inclinación al mal y a la muerte no son
comprensibles sin su conexión con el pecado de Adán y con el hecho de que
nos ha transmitido un pecado con que todos nacemos afectados y que es
"muerte del alma" (Cc. de Trento: DS 1512). Por esta certeza de fe,
la Iglesia concede el Bautismo para la remisión de los pecados incluso
a los niños que no han cometido pecado personal (Cc. de Trento: DS
1514).
Para la
Iglesia primitiva sería absurdo hablar del bautismo sin catequesis previa.
Ciertamente que, en determinados casos, la catequesis era muy breve; a veces un
solo sermón, como el de S. Pedro el día de Pentecostés, a continuación del cual
se bautizaron tres mil almas (Hech 2;37). Otras veces la catequesis era una
simple reunión familiar, como el caso que leemos en Hechos de la conversión de
Cornelio precedida del discurso de Pedro, al que sigue el bautismo de Cornelio
y de toda su familia. Los Hechos nos dan varios ejemplos de estas “catequesis
rápidas”, como en el caso del valido de Candace (Hech 8;36) o del carcelero de
S. Pablo (Hech 16;30), pero aparte de estas conversiones, digamos milagrosas,
Dios se sirve de intermediarios y no hace milagros innecesarios.
La
legitimidad del bautismo de los niños fue afirmada en los concilios de
Cartago (418) y de Florencia (1441). Los niños, aunque incapaces de hacer
personalmente un acto de fe, pueden ser bautizados “en la fe de la Iglesia”