s/TJ:
Hace
algún tiempo apareció este interesante titular en el diario coreano The
Chosun Ilbo: “Shim Cheong, una extraordinaria mujer que no sabía
nada de Jesús. ¿Habrá terminado en el infierno?”. El titular era polémico, ya
que Shim Cheong es una joven muy querida de la cultura popular que estuvo
dispuesta a sacrificar su vida para ayudar a su padre ciego. A lo largo de
los años ha sido alabada por sus acciones, al punto de que se ha convertido en
el modelo para las jóvenes coreanas. A muchas personas les parece injusta,
hasta ofensiva, la idea de que un personaje como Shim Cheong pueda ser
atormentado en el infierno tan solo por no haber recibido el bautismo
cristiano. Es más, la historia habría tenido lugar mucho antes de que el
mensaje del cristianismo llegara a la aldea de la joven. El artículo incluía
una entrevista con un clérigo. Cuando se le preguntó si todos los que han
muerto sin tener la oportunidad de conocer a Jesús han sido condenados al
infierno, respondió: “No lo sabemos. Solo nos limitamos a pensar que debe
haber alguna provisión divina [para ese tipo de personas]”.
El Catecismo
de la Iglesia Católica declara: “El Señor mismo afirma que el Bautismo
es necesario para la salvación (cf Jn 3,5)”. El versículo
citado dice en la Biblia de Jerusalén: “El que no nazca
de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios”. Debido a lo
anterior, hay quienes creen que las personas que mueren sin haberse bautizado
van al infierno o sufren de algún otro modo.
Sin
embargo, a muchos otros les parece absurda esta doctrina. Millones de personas
han muerto sin conocer la Biblia. ¿Realmente merecen sufrir castigo eterno por
ello? ¿Qué dice la Biblia sobre el tema? (“La Atalaya” 1/6/2014, pág
10,11)
Análisis:
Pues sí, es absurdo creer que las personas en
general que mueren sin haberse bautizado van por ello al infierno o sufren de
algún modo. Los católicos, como los TJ, no creen que esto pueda ser de esta
manera, por eso en ninguna parte de su doctrina, la Iglesia católica defiende
esta falsedad. Ahora bien, la Iglesia católica sabe perfectamente que Jesús
dijo: “El que no nazca de agua y de
Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios”. No podemos ignorarlo. Los
TJ, tampoco.
s/TJ:
La
Biblia muestra claramente que Dios no rechaza a la gente que no ha
podido conocer sus normas. (Hech 17;30) nos asegura: “Dios ha pasado por alto los tiempos de tal
ignorancia”. Entonces, ¿qué esperanza tienen quienes han muerto sin haberlo
conocido?
Encontramos
la respuesta en las palabras que Jesús le dirigió a uno de los criminales que
murieron a su lado. Aquel hombre le había rogado: “Acuérdate de mí cuando entres en tu reino”. ¿Qué le respondió
Jesús? “Verdaderamente te digo hoy:
‘Estarás conmigo en el Paraíso’.” (Lc 23;39-43.)
¿Le
estaba prometiendo Jesús que iba a ir al cielo? No, pues el hombre
no había nacido de nuevo, no había nacido del agua y del espíritu, y
ese es un requisito para entrar en el Reino de los cielos (Jn 3;3-6).
Lo que Jesús le prometió fue que viviría de nuevo “en el Paraíso”. Aquel hombre, que era judío, de seguro había oído
hablar del Paraíso original, el jardín de Edén que se menciona en el primer
libro de la Biblia (Gn 2;8). En realidad, Jesús le estaba
ofreciendo la esperanza de ser resucitado en la Tierra cuando sea
convertida en un paraíso. (“La Atalaya” 1/6/2014, pág 10,11)
Análisis:
Los TJ, como queda clarísimo en este último párrafo,
no permiten la entrada al llamado “buen ladrón”, al Reino de los cielos o Reino
de Dios. Mediante una absurda traducción del versículo (Lc 23;43) de la Biblia,
en su versión del Nuevo Mundo, los TJ lo relegan –a pesar de la sentencia de
Jesús- a un destino provisional que es ignorado por la Biblia: la Nueva Tierra.
Y digo provisional porque, según los TJ, este destino no es definitivo para la
persona, ni para el “buen ladrón” ni para ninguna otra, ya que todos los que
reciban este destino, miles de millones, tendrán que salvar dos pruebas
terribles antes de ser un destino definitivo. Y todo ello, no antes de mil
años.
Yo creo que la respuesta a este dilema se encuentra
en la “conciencia”. Veamos lo que dice San Pablo en su carta a los romanos en
los versículos 12-16: “Todos los que hayan pecado sin ley, también perecerán
sin ley; pero todos los que hayan pecado bajo ley serán juzgados por ley.
Porque los oidores de ley no son los justos ante Dios, sino que a los
hacedores de ley se declarará justos. Porque siempre que los de las
naciones que no tienen ley hacen por naturaleza las cosas de la
ley, estos, aunque no tienen ley, son una ley para sí
mismos. Son los mismísimos que demuestran que la sustancia de la ley
está escrita en sus corazones, mientras su conciencia da testimonio con
ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta
excusados. Esto será en el día que Dios, mediante Cristo Jesús,
juzgue las cosas secretas de la humanidad conforme a las buenas nuevas que yo
declaro” (NM).
Este juicio de las cosas secretas puede muy bien ser
la “provisión divina” que nos indicaba el “clérigo” del primer punto de este
escrito…
No hay duda que las personas que mueren sin estar
bautizadas, si han sido unas “buenas personas”, y han seguido su conciencia,
Cristo Jesús, en su gran misericordia, las tendrá en cuenta a la hora de la
retribución y juzgará la secreta intención de sus decisiones como merecedoras
del premio eterno.
Para los niños que no tengan uso de razón, de igual manera, Cristo Jesús, en su gran misericordia, decidirá sobre su destino definitivo que nunca podrá ser –como hemos dicho anteriormente- un castigo.