sábado, 16 de septiembre de 2017

¿SUFRIRÁ CASTIGO ETERNO QUIEN NO HAYA RECIBIDO EL BAUTISMO CRISTIANO?


s/TJ:
Hace algún tiempo apareció este interesante titular en el diario coreano The Chosun Ilbo: “Shim Cheong, una extraordinaria mujer que no sabía nada de Jesús. ¿Habrá terminado en el infierno?”. El titular era polémico, ya que Shim Cheong es una joven muy querida de la cultura popular que estuvo dispuesta a sacrificar su vida para ayudar a su padre ciego. A lo largo de los años ha sido alabada por sus acciones, al punto de que se ha convertido en el modelo para las jóvenes coreanas. A muchas personas les parece injusta, hasta ofensiva, la idea de que un personaje como Shim Cheong pueda ser atormentado en el infierno tan solo por no haber recibido el bautismo cristiano. Es más, la historia habría tenido lugar mucho antes de que el mensaje del cristianismo llegara a la aldea de la joven. El artículo incluía una entrevista con un clérigo. Cuando se le preguntó si todos los que han muerto sin tener la oportunidad de conocer a Jesús han sido condenados al infierno, respondió: “No lo sabemos. Solo nos limitamos a pensar que debe haber alguna provisión divina [para ese tipo de personas]”.
El Catecismo de la Iglesia Católica declara: “El Señor mismo afirma que el Bautismo es necesario para la salvación (cf Jn 3,5)”. El versículo citado dice en la Biblia de Jerusalén: “El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios”. Debido a lo anterior, hay quienes creen que las personas que mueren sin haberse bautizado van al infierno o sufren de algún otro modo.

Sin embargo, a muchos otros les parece absurda esta doctrina. Millones de personas han muerto sin conocer la Biblia. ¿Realmente merecen sufrir castigo eterno por ello? ¿Qué dice la Biblia sobre el tema? (“La Atalaya” 1/6/2014, pág 10,11) 

Análisis:

Pues sí, es absurdo creer que las personas en general que mueren sin haberse bautizado van por ello al infierno o sufren de algún modo. Los católicos, como los TJ, no creen que esto pueda ser de esta manera, por eso en ninguna parte de su doctrina, la Iglesia católica defiende esta falsedad. Ahora bien, la Iglesia católica sabe perfectamente que Jesús dijo: “El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios”. No podemos ignorarlo. Los TJ, tampoco.

s/TJ:

La Biblia muestra claramente que Dios no rechaza a la gente que no ha podido conocer sus normas. (Hech 17;30) nos asegura: “Dios ha pasado por alto los tiempos de tal ignorancia”. Entonces, ¿qué esperanza tienen quienes han muerto sin haberlo conocido?

Encontramos la respuesta en las palabras que Jesús le dirigió a uno de los criminales que murieron a su lado. Aquel hombre le había rogado: “Acuérdate de mí cuando entres en tu reino”. ¿Qué le respondió Jesús? “Verdaderamente te digo hoy: ‘Estarás conmigo en el Paraíso’.” (Lc 23;39-43.)

¿Le estaba prometiendo Jesús que iba a ir al cielo? No, pues el hombre no había nacido de nuevo, no había nacido del agua y del espíritu, y ese es un requisito para entrar en el Reino de los cielos (Jn 3;3-6). Lo que Jesús le prometió fue que viviría de nuevo “en el Paraíso”. Aquel hombre, que era judío, de seguro había oído hablar del Paraíso original, el jardín de Edén que se menciona en el primer libro de la Biblia (Gn 2;8). En realidad, Jesús le estaba ofreciendo la esperanza de ser resucitado en la Tierra cuando sea convertida en un paraíso. (“La Atalaya” 1/6/2014, pág 10,11) 

Análisis:

Los TJ, como queda clarísimo en este último párrafo, no permiten la entrada al llamado “buen ladrón”, al Reino de los cielos o Reino de Dios. Mediante una absurda traducción del versículo (Lc 23;43) de la Biblia, en su versión del Nuevo Mundo, los TJ lo relegan –a pesar de la sentencia de Jesús- a un destino provisional que es ignorado por la Biblia: la Nueva Tierra. Y digo provisional porque, según los TJ, este destino no es definitivo para la persona, ni para el “buen ladrón” ni para ninguna otra, ya que todos los que reciban este destino, miles de millones, tendrán que salvar dos pruebas terribles antes de ser un destino definitivo. Y todo ello, no antes de mil años.

Yo creo que la respuesta a este dilema se encuentra en la “conciencia”. Veamos lo que dice San Pablo en su carta a los romanos en los versículos 12-16: “Todos los que hayan pecado sin ley, también perecerán sin ley; pero todos los que hayan pecado bajo ley serán juzgados por ley.  Porque los oidores de ley no son los justos ante Dios, sino que a los hacedores de ley se declarará justos. Porque siempre que los de las naciones que no tienen ley hacen por naturaleza las cosas de la ley, estos, aunque no tienen ley, son una ley para sí mismos.  Son los mismísimos que demuestran que la sustancia de la ley está escrita en sus corazones, mientras su conciencia da testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta excusados.  Esto será en el día que Dios, mediante Cristo Jesús, juzgue las cosas secretas de la humanidad conforme a las buenas nuevas que yo declaro” (NM).

Este juicio de las cosas secretas puede muy bien ser la “provisión divina” que nos indicaba el “clérigo” del primer punto de este escrito…

No hay duda que las personas que mueren sin estar bautizadas, si han sido unas “buenas personas”, y han seguido su conciencia, Cristo Jesús, en su gran misericordia, las tendrá en cuenta a la hora de la retribución y juzgará la secreta intención de sus decisiones como merecedoras del premio eterno.

Para los niños que no tengan uso de razón, de igual manera, Cristo Jesús, en su gran misericordia, decidirá sobre su destino definitivo que nunca podrá ser –como hemos dicho anteriormente- un castigo.