s/TJ:
Y no son pocas las referencias a las estructuras de la sociedad y al poder político que encontramos en el Nuevo Testamento. Algunas de ellas: todo reino internamente dividido perece (Lc 11,17); un rey debe calcular sus fuerzas antes de hacer la guerra (Lc 14,31-32); los hijos de los reyes no pagan tributos (Mt 17,24-27). Por otra parte, dedica una acerba ironía a los tiranos de su tiempo (Lc 22,25). Responde, en fin, a la malintencionada pregunta de los fariseos y los herodianos indicando la obligación de dar al César lo que es del César (Mt 22,21).
“¿Toma partido Dios en las guerras de hoy?” (¡Despertad!
núm. 5 de 2017, págs. 10 y 11 en el apartado “La guerra”)
“A los cristianos no se les permite pelear contra
sus enemigos” (Rom 12;18-19) (¡Despertad! núm. 5 de 2017, págs. 10 y 11 en
el apartado “Lo que dice la Biblia”).
Análisis:
(Rom 12;18-19) -referencia aportada por los TJ- nos
dice: “Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos
los hombres. No se venguen ustedes mismos, amados, antes den lugar a la ira de
Dios, pues escrito está ‘A mí la venganza, yo haré justicia’, dice el Señor”.
Esta recomendación de Pablo, insiste sobre todo en el
concepto del amor a los enemigos, cosa que había hecho ya claramente también
Jesucristo (Mt 5;39-44) y que los TJ también nos recuerdan a continuación en su
revista. Lo que aquí dice Pablo, de que el cristiano no debe tomar la justicia
por sí mismo, sino dejarla a Dios, ha de entenderse lógicamente del cristiano
como persona privada, no del cristiano constituido en autoridad, que tiene el
deber de reprimir el mal como ahora veremos en el siguiente apartado.
s/TJ:
Los TJ, siguen escribiendo: “Incluso cuando el país
en el que viven entra en guerra, los cristianos deben permanecer neutrales,
porque ‘no son parte del mundo’” (Jn 15;19) (¡Despertad! núm. 5 de 2017,
págs. 10 y 11).
Análisis:
Veamos la primera parte de esta última
frase. Dicen los TJ: “Incluso cuando el país en el que viven entra en
guerra, los cristianos deben permanecer neutrales…” Y yo les pregunto: ¿Les
parece a ustedes que esta conclusión tan rotunda se desprende de las palabras
de Pablo en el capítulo 13 de su carta? Dice: “Que todos se sometan a las autoridades que nos gobiernan. Porque
no hay autoridad que no venga de Dios, y las que existen están constituidas por
Dios. Por eso, el que resiste a la autoridad se rebela contra el orden
establecido por Dios. Y los rebeldes se condenarán a sí mismos. En efecto,
los magistrados no son de temer cuando se hace el bien, sino cuando se hace el
mal. ¿Quieres no tener que temer a la autoridad? Haz el bien y recibirás
elogios de ella, porque es instrumento de Dios para conducirte al bien. Pero
teme si haces el mal, pues por algo lleva espada: es un instrumento de Dios
para hacer justicia y para castigar a quien obra el mal. Así, es preciso
someterse no sólo por temor al castigo, sino por motivo de conciencia”. (Rom
13;1-5).
Pablo, puesto que escribe a los fieles de
Roma, capital política entonces del mundo, cree oportuno añadir algunos avisos
concretos sobre las relaciones con los poderes públicos. Pablo afirma que todos
los hombres, sin excluir los cristianos, deben obedecer a los poderes públicos
constituidos, pues toda autoridad viene de Dios, y desobedecerlos es
desobedecer a Dios. Esta doctrina es totalmente opuesta a la que, por aquellas
mismas fechas, sostenían sus compatriotas zelotas en Palestina, que luchaban
contra la dominación romana y defendían que someterse a cualquier autoridad
humana, y más si pagana, era una especie de apostasía (Hech 5;37). Pablo, al
contrario, lleva hasta Dios el origen de los Estados, pues es Él quien ha
determinado que existan organismos civiles, compuestos por quienes mandan y por
quienes obedecen. Tanto es así, que resistir a las autoridades humanas es
rebelarse “contra el orden establecido por Dios”
Una observación importante es necesario
hacer, y es que Pablo se fija en las autoridades constituidas de hecho, sin
aludir al modo como llegaron al poder. Es cuestión que no considera.
Tampoco considera el caso en que estas autoridades manden cosas injustas; más
bien supone que el Estado se mantiene dentro de sus límites, aprobando el bien
y reprimiendo el mal, y es solo en esa hipótesis como tiene aplicación su
doctrina. Para el caso de injusticia y abuso de poder, tenemos la respuesta
tajante de Pedro ante una orden del sanedrín; “Es preciso obedecer a Dios
antes que a los hombres” (Hech 5;29). (Biblia Comentada de la BAC, tomo VI,
págs. 352-353).
Si el poder público es un “instrumento
de Dios para hacer justicia”, ¿qué duda cabe que su ejercicio puede ser
tarea apropiada para un cristiano? Así, vemos como Pablo, en su carta a Tito,
le escribe: “Amonéstales que vivan sumisos a los príncipes y a las
autoridades; que las obedezcan, que estén prontos para toda obra buena”
(Tit 3;1). Y Pedro, en su primera carta dirigida a los elegidos de la
dispersión del Ponto y a otros, les dice: “Por amor del Señor, estad sujetos
a toda autoridad humana: ya al emperador, como soberano; ya a los gobernadores,
como delegados suyos para castigo de los malhechores y elogio de los buenos.
Tal es la voluntad de Dios… honrad al emperador” (1Pe 2;13-14).
La segunda parte de la frase de los TJ que
estamos analizando, dice: “… porque no son parte del mundo” (Jn 15;19)
queriendo justificar de esta manera su aseveración anterior de permanecer
neutrales.
Ante lo que hemos
leído ¿Cómo sostener que el creyente ha de mantenerse neutral
ante un caso de guerra declarada justamente por nuestras autoridades ante, por
ejemplo, una invasión indiscriminada de un país enemigo? No se debe confundir
el no ser de este mundo con el deber del cristiano de participar en la política
y en la vida social para que la autoridad, que es un instrumento de Dios para
la justicia, siga realmente los planes de Dios. De hecho, en (Jn 17;15-19), se
lee la oración de Jesús al Padre: “No pido que los tomes del mundo,
sino que los guardes del mal… como tú me enviaste al mundo, así yo los envié a
ellos al mundo”.
Y es que no es lo
mismo “no ser de este mundo” que “no estar en el mundo”, y el
cristiano, “no es de este mundo”, pero evidentemente “está en el
mundo”.
Por
otra parte, no hay nada en el Antiguo Testamento que sugiera que es
inconsistente ser soldado y a la vez seguidor de Dios. Hay cerca de 35 o más
referencias en el Antiguo Testamento donde Dios mandó usar la fuerza armada
para que se realizaran sus propósitos. Las Escrituras muestran a Dios como un
Dios de paz igual que lo muestra como un Dios de guerra. Y decir, como algunos
pacifistas dicen, que la guerra desafía la justicia de Dios, es no sólo
pretencioso sino equivalente a decir que Dios mismo es injusto. La Biblia, el
libro que los cristianos decimos aceptar como la única regla infalible de fe y
práctica, declara en ciertas circunstancias, que Dios no sólo permite la guerra
sino la manda. Sin embargo, la Escritura no glorifica la guerra, o a los
guerreros como tales. La guerra es vista como una terrible e indeseable
necesidad en las manos de Dios para contener y castigar los pecados de las
naciones. Debería ser evitada hasta donde fuese posible, y nunca debiera ser
glorificada. Y yo creo que esta es la actitud que nosotros debemos tener hacia
ella.
Para
rematar el tema, podemos decir que el Nuevo Testamento no enseña directamente
sobre la guerra, aunque sí dice con claridad -como hemos visto más
arriba- que los gobiernos civiles son divinamente establecidos y que los
ciudadanos deben reconocer su autoridad y sujetarse a ellos.
Cuando
Cristo nos dice: “No resistáis al que es malo, y, a cualquiera que te hiera en
la mejilla derecha, vuélvele también la otra” (Mt 5;30), significa que, dentro
de límites razonables, es mejor sufrir una injusticia personal que reclamar
nuestros derechos e involucramos en una pelea, o que debemos devolver bien por
mal a nuestros enemigos para que se avergüencen si son sensibles. Pero como ya
ha quedado dicho, este mandamiento se refiere a nuestra actitud individual.
Una
persona puede sacrificarse a sí misma, pero nadie tiene el derecho de
sacrificar a otro a quien es llamado a proteger. Desde esta perspectiva, entrar
en una guerra por defender a los indefensos, es poner mi otra mejilla al
arriesgarme a que el enemigo me haga daño a mí antes que a los que yo amo.
Algunos, para probar que no se debe usar la fuerza militar contra nadie, citan
la regla de oro que dice: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan
con vosotros, así haced vosotros con ellos” (Mt 7:12). Pero en el caso de una
guerra tenemos que decidir quiénes son los hombres en cuyo lugar nosotros
queremos ponernos, o los codiciosos, criminales, tiranos que quieren que nos
sometamos a ellos, o nuestras esposas, hijos e indefensos que necesitan nuestra
protección.
s/TJ:
Una de las cuestiones sobre las
cuales los primeros cristianos estaban en desacuerdo con el
mundo grecorromano era la participación en la guerra. De los
tres primeros siglos, ningún escrito cristiano ha llegado hasta
nosotros que condonara la participación de los cristianos en la guerra. La obra
"Historia de la decadencia y ruina del imperio romano" de Edward
Gibbon, comenta: "No cabía que los cristianos, sin
quebrantar otra obligación más sagrada, viniesen a revestirse
del carácter de militares, magistrados o príncipes". De igual
manera, los TJ adoptan una postura de estricta neutralidad y siguen los
principios bíblicos de (Is 2;2-4) y (Mt 26;52) ("La Atalaya"
de 1.7.93, pág 15)
Análisis:
En el NT no se
prohíbe el servicio militar en ninguna parte. Juan, cuando los
soldados le preguntan: "'¿y nosotros qué hemos de hacer?, respondía: 'No
hagáis extorsiones a nadie, ni denunciéis falsamente. Contentaros con
vuestra soldada'" (Lc 3;14). Por otra parte, Cristo alabó la
fe del centurión de Cafarnaún (Lc 7;9). Las Actas de los apóstoles relatan
la conversión del centurión Cornelio, varón temeroso de Dios (Hech 10).
Y no son pocas las referencias a las estructuras de la sociedad y al poder político que encontramos en el Nuevo Testamento. Algunas de ellas: todo reino internamente dividido perece (Lc 11,17); un rey debe calcular sus fuerzas antes de hacer la guerra (Lc 14,31-32); los hijos de los reyes no pagan tributos (Mt 17,24-27). Por otra parte, dedica una acerba ironía a los tiranos de su tiempo (Lc 22,25). Responde, en fin, a la malintencionada pregunta de los fariseos y los herodianos indicando la obligación de dar al César lo que es del César (Mt 22,21).
Por otra parte, adentrándonos
en la historia, Clemente Romano, autor de una carta a los
Corintios, escrita en torno al año 96, hizo una gran alabanza de la
disciplina militar. Es un elogio (37;1-3) incondicionado de la estructura
militar.
Clemente de Alejandría, que enseñó en
la capital de Egipto entre los años 190 y 202, considera en su
"Protección" (10.100.4) que el servicio militar es una profesión como
otras, por ejemplo, la de marinero. Su testimonio avala la presencia de
soldados cristianos en el ejército romano de su tiempo. Para el gran
alejandrino, lo importante es adecuar la profesión a las enseñanzas de
Dios, por tanto, no desaprueba el servicio militar.
Generalmente se acepta por los
historiadores que la prueba de la presencia de cristianos en el
ejército romano durante el S. II, es el caso de la Legio
XII Fulminata, que obtuvo de Dios con sus oraciones la lluvia, tan
necesaria al ejército romano durante la Guerra Germánica, en el 174.
En las cohortes pretorias, que servían
en Roma al emperador, cinco inscripciones de las fechadas en el
S.III, son cristianas con seguridad.
Durante la primera gran persecución del
ultraconservador Decio, en Egipto fueron condenados a muerte algunos
soldados cristianos, cuyo martirio describe Eusebio (HE 6.41.22-23).
El militar Marino era
cristiano y fue martirizado en época de Galieno.
De un examen minucioso de
las fuentes disponibles se deduce que el número de cristianos en el
ejército en el S.III fue limitado y que el cristianismo se difundió
lentamente entre sus filas, al revés de lo que sucedió con los cultos
orientales, como los de Mitra, Júpiter Dolichenus o el Sol invictus,
que estuvo a punto de convertirse en el gran dios de
todo el imperio en tiempos de Aureliano (270-275). Tampoco
parece que los soldados cristianos hicieran proselitismo entre sus conmilitares
paganos.
Hay que recordar que el cristianismo había
hecho pocos progresos en Occidente en los S III-IV, salvo en África. Sus
doctrinas eran prácticamente desconocidas en los campamentos
del Rin y del Danubio. En Hispania se conocía la
existencia del cristianismo en algunos de los ejércitos que tenían acuartelados
los romanos. La difusión del cristianismo en el ejército de
Britania era inexistente, aunque el primer mártir cristiano del que hay noticia
en la isla, sea un militar: Albanus, martirizado en Verulamiun,
quizás en la persecución de Diocleciano.
Recordar finalmente que, aunque “los TJ desean que la
Palabra de Dios los instruya y aplican lo que aprenden de ella, como el mandato
de deponer las armas a fin de vivir pacíficamente” ("¡Despertad!"
de 22.12.91, pág 24), los discípulos, e incluso alguno de los apóstoles de
Cristo, iban provistos de espadas: (Lc 22;38) (Lc 22;49) (Jn 18;10-12) (Mt
26;51-52).