EN EL "DÍA DEL JUICIO" EL REINO DE DIOS CONVERTIRÁ LA TIERRA EN UN PARAÍSO
Según las enseñanzas de los TJ,
si yo sigo su doctrina en esta vida, al morir, después de haber vivido 80 o 90
años, seré enterrado y mi tumba pasará a considerarse “tumba conmemorativa”.
Debido a ello, Dios me resucitará en su momento, para vivir de nuevo en la
Tierra con todos los demás justos y con los injustos que también resucitarán.
En principio, estaré en la Tierra durante el tiempo que falte para concluir los
mil años que en todo caso durará el Día del Señor o Día del juicio. Durante
estos años (entre uno y mil, no se sabe ahora) deberé decidir si apoyo al Reino
de Dios o si, por el contrario, me opongo al mismo. (PÁG 4) La Atalaya 2019/2 “¿VALE LA PENA VIVIR?”
Según “La Atalaya nº2 de 2019”,
durante estos años, “el Reino de Dios -bajo su gobierno perfecto- convertirá
la Tierra en un paraíso”, “nunca más volverá a haber desastres naturales”,
“todos los recuerdos dolorosos y los traumas desaparecerán para siempre”. Y podríamos añadir otros muchos logros del
Reino: “limpiará toda lagrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni
existirá ya más lamento, ni clamor, ni dolor”, “y ciertamente se edificarán
casas, y se ocuparán; y ciertamente se plantarán viñas y se comerá su fruto” …
“¡Imagínese disfrutar de una vida así junto a sus seres queridos!” (“La
Atalaya 1 de agosto de 2015, pág 6”)
¿Cómo puede ser que los TJ digan que no
existirá “ya más lamento, ni clamor, ni dolor”, si el
juicio que se va a iniciar después del Armagedón, lo será por las "cosas
buenas" pero también por las "cosas malas y viles"
que precisamente los resucitados a la Tierra paradisíaca practicarán a lo largo
de los mil años que durará dicho Juicio?¿Qué harán y dónde están en este
panorama paradisíaco las personas a las que se les juzgará dignas de "una
resurrección de juicio" porque van a practicar “cosas malas y
viles" durante el Día del Juicio? Los propios TJ reconocen
que será tal el desafuero de algunas personas que incluso será necesario
eliminarlas antes de que acabe ese Día. ("Usted puede vivir...",
pág 180). Y es lógico que el desafuero de estos sea en detrimento,
en la mayoría de los casos, de la felicidad de otros.
Pero
los TJ aseguran, a pesar de ello: “no habrá más guerra, delito ni violencia.
Usted podrá caminar por cualquier lugar a cualquier hora del día o de la noche
sin temor de que alguien le cause daño. Los inicuos sencillamente no existirán
ya” ("Usted puede vivir...", pág 159). ¿Cómo es
posible que los TJ acepten esta contradicción como doctrina correcta?
Si,
por otra parte, “la muerte no será más”, ¿cómo debemos entender (Is
65;20): “Ya no llegará a haber de aquel lugar un niño de pecho de unos
cuantos días de edad, ni un anciano que no cumpla sus días; porque uno morirá
como mero muchacho, aunque cuente con cien años de edad; y en cuanto al
pecador, aunque cuente con cien años de edad se invocará el mal contra él” (NM)
“No habrá allí niño que muera de pocos días, ni viejo que no cumpla
los suyos. Morir a los cien años será morir niño, y no llegar a los cien años
será tenido por maldición” (NC). Queda claro que en la “Nueva
Tierra” ¡También se morirá!... porque “morir a los cien años será
morir niño” y “no llegar a los cien años será tenido por
maldición”.
También
se nos dice que “la vida de los animales que son inferiores al hombre
es de menor valor que la vida del hombre. El Creador no hizo a estos animales
para que vivieran para siempre” (2Pe 2;12) ('Usted puede
sobrevivir...' pág 33). Ante los sentimientos humanos, a medida que los
animales vayan muriendo a lo largo de los mil años causarán pena y dolor, lo
que está en contra de la felicidad absoluta que debería reinar. ¿O es que las
personas ya no tendrán sentimientos?
Enseñan
también los TJ: “en aquel tiempo, en vez de anuncios de muertes, habrá
gozosos informes de los que habrán sido resucitados. ¡Qué maravilloso será dar
la bienvenida de entre los muertos a padres, madres, hijos y otras personas
amadas que ahora están en el sepulcro! ("Usted puede
vivir...”, el pág 165) ¡Y que desgraciado será -digo yo- aquél
que espera que resucite un ser querido y no lo haga por haber sido condenado! …
Ante
estos pensamientos podemos preguntarnos: “¿Aplican las palabras de Jesús en
(Lc 20;34-36) a la resurrección terrenal o a la resurrección celestial de los
144.000?...
En
efecto, “Jesús les dijo: los hijos de este siglo toman mujeres y maridos. Pero
los juzgados dignos de tener parte en aquel siglo y en la resurrección de los
muertos, ni tomarán mujeres ni maridos, porque ya no pueden morir y son
semejantes a los ángeles e hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección”. (Lc
20;34-36)
Esta
pregunta mereció la siguiente respuesta (que he resumido) por parte de los TJ:
“Aunque
es verdad que los 144.000 levantados a la vida celestial no se casarán,
evidentemente Jesús al hacer los comentarios de (Lc 20;34-36), no estaba
hablando acerca de esta fracción pequeña de los que habrán de ser resucitados.
Sino más bien, estaba hablando acerca de la resurrección terrenal y acerca de
lo que será la situación para los miles de millones levantados de entre los
muertos a la vida terrenal. A muchos siervos fieles de Dios que tienen la
esperanza de vivir para siempre en la Tierra y cuyos cónyuges han muerto les
gustaría tener apoyo para su esperanza de que podrían ser reunidos como esposo
y esposa en la resurrección… tenemos que admitir que las palabras de Jesús
indican que los resucitados no se casarán ni serán reunidos en una
relación de matrimonio con cónyuges anteriores… Esta conclusión, es
difícil de aceptar para algunos debido a la fuerte influencia de las emociones
humanas” (“Preguntas de los lectores”
en “La Atalaya” 1/6/1968).
Vemos,
pues, que una de las situaciones que más presentan los TJ –la del reencuentro
en el nuevo mundo de los familiares- como motivadora de la fe en la
doctrina de la resurrección y de la vida eterna en la Tierra, está claramente
en contra de las palabras de Jesús en (Lc 20;34-36) y de las propias palabras y
comentarios de los TJ.
Resumiendo.
Quiero decir con todo ello que, actualmente cuando la vida -mi vida de 80/90
años- me parece insoportable, acudo a la oración para sobreponerme y poder
controlar así mi ánimo y mis sentimientos. Sé que pronto, bajo la misericordia
de Dios, podré alcanzar el nuevo cielo y la nueva tierra que tenemos prometido.
Y la vida eterna será una realidad. El camino habrá finalizado.
Los
TJ, en cambio, me prometen un nuevo cielo y una nueva tierra que durante, no 80
o 90 años, sino durante ¡mil años! se presentan como un paraíso donde nunca más
volverá a haber desastres, dolor, muerte, todo será felicidad, amor, buena
comida, paisajes lindos, pero que, en realidad, si escarbamos un poco en sus
propuestas, descubrimos que, aunque el diablo estará encadenado, la muerte, el
pecado, las cosas malas y viles, seguirán incomprensiblemente incrustadas en
las relaciones humanas, de tal manera que cuando Dios ponga a prueba a esta
sociedad perfecta al cabo de los mil años, soltando de nuevo a Satanás, este logrará apartar de Jehová a tantas personas como “la arena del mar” ('Usted
puede vivir...", pág 175, 180 y 183).
Repito. ¿Cómo es posible que los TJ acepten esta contradicción como doctrina
correcta? La Nueva Tierra se
convertirá en una segunda prueba. La vida eterna seguirá esperando.