lunes, 19 de agosto de 2019

“QUÉ SENTIDO TIENE LA VIDA”

LA ATALAYA 2019/3 “QUÉ SENTIDO TIENE LA VIDA”. 

SE PAGA UN RESCATE PARA VENCER A LA MUERTE (Pág. 11) 


Leemos en (La Atalaya 15/11/2001, pág 6): Adán puede asemejarse a un padre que murió y nos dejó una deuda tan grande (el pecado) que es imposible saldar…”).

Leemos también en (¿Debería creer usted en la trinidad? pág. 15): “Jesús, ni más ni menos que un humano perfecto, llegó a ser un rescate que compensó exactamente por lo que Adán había perdido: el derecho a la vida humana perfecta en la Tierra … La vida humana perfecta de Jesús era el “rescate correspondiente” exigido por la justicia divina ... ni más ni menos”. 

“No obstante, si Jesús hubiera sido parte de una Deidad trinitaria, el precio de rescate habría sido infinitamente superior a lo que exigían las propias leyes de Dios. (Éxodo 21:23-25; Levítico 24:19-21.) Quien pecó en Edén fue solo un humano perfecto, Adán, no Dios. Por eso, para que en verdad el rescate estuviera en conformidad con la justicia de Dios tendría que ser estrictamente equivalente... un humano perfecto, “el último Adán”.

Finalmente leemos en “La Atalaya” que estamos examinando, en su pág 10: “El valor del rescate debe ser equivalente al daño causado”.

Yo también creo -como dice “La Atalaya” 15/11/2001- que al hombre le es imposible saldar la deuda que nos dejó Adán. Pero no creo, en cambio, que Jesús, si realmente solo fue un humano perfecto, como enseñan los TJ, llegara a constituirse en el “rescate correspondiente”. Veamos:

¿Por qué es imposible al hombre -descendiente de Adán- saldar la deuda que nos dejó nuestro padre? Pues porque al tratarse de una ofensa a Dios, tiene un coste infinito que, como tal, no es posible saldar ni con la muerte de toda la humanidad. Por eso, si Jesús da al hombre la posibilidad de conseguir saldar la deuda contraída con Dios, es porque su acto de amor hacia nosotros necesariamente ha de tener un valor infinito y, si es así, es porque este acto proviene de un hombre que a su vez es Dios, ya que solo los actos que provienen de Dios son de un valor infinito.

En (Ex 21) y (Lv 24) se pueden encontrar casos judiciales en los que queda claro que siempre la pena, el rescate, el castigo del que causa un mal está en relación y proporción no del causante -como erróneamente dan a entender los TJ al razonar sus propios pensamientos en los escritos leídos más arriba- sino del que sufre este mal. ¿O es que no es más horrendo el hecho de que una persona mate a su propio padre que a otra persona? En (Ex 21;12-17) podemos leer: “El que hiere mortalmente a otro será castigado con la muerte … y el que maldijere a su padre (ofensa menor a una persona de mayor condición) será muerta”. Y es que el problema no está en el ofensor sino en el ofendido. ¿Con qué y cómo pagará el hombre una ofensa hecha al propio Dios? Lo más grave que un hombre haga a otro hombre (ser finito), puede “compensarse” incluso con la propia muerte, pero solo alguien como Dios podrá solucionar una ofensa hecha a Dios (ser infinito). El hombre, por muy perfecto que sea, no tiene esta posibilidad.