martes, 30 de noviembre de 2021

CUANDO JESÚS EMPLEÓ LA EXPRESIÓN EL “FUEGO QUE NO SE APAGA” ¿ESTABA HABLANDO EN SENTIDO LITERAL O SIMBÓLICO?

CUANDO JESÚS EMPLEÓ LA EXPRESIÓN EL “FUEGO QUE NO SE APAGA” ¿ESTABA HABLANDO EN SENTIDO LITERAL O SIMBÓLICO? 

s/TJ: 

Como indica la Biblia de América en (Mt 25;41), ese “fuego que no se apaga” fue preparado “para el diablo y sus ángeles”. Ahora bien, ¿es posible quemar criaturas espirituales con un fuego literal? ¿No será que Jesús utilizó el término “fuego” de manera simbólica? Está claro que “las ovejas” y “las cabras” que se mencionan en ese mismo relato no son literales. Más bien, representan a dos tipos de personas (Mt 25;32,33). Por lo tanto, ese “fuego que no se apaga” quema a los malvados, pero solo en sentido figurado. 

Análisis: 

La vida eterna es descrita en la Escritura como un «ver a Dios». Nues­tros hábitos mentales, colorean la ex­presión con unos matices que recortan su real alcance.  Para un semita, «ver al rey» (figura inaccesi­ble para el hombre de la calle) es vi­vir en su casa, compartir su mesa, go­zar de su presencia y de su favor; al rey lo ven sólo los cortesanos. «Ver a Dios» es comulgar de su vida, par­ticipar de su ser. Esa es “la vida eterna”.

Pues bien; “la muerte eterna” será lo mismo, al revés. Es el vacío incolma­ble, la irreparable lejanía de Dios; en esto consiste la esencia del infierno. Todavía no tene­mos experiencia de lo que significa. Durante nuestra existencia terrena, Dios no está nunca tan lejos que no podamos darle alcance; nos busca siempre, con la mano tendida. «He aquí que estoy en la puerta y llamo» (Ap 3;20). El infierno inaugura una vi­vencia rigurosamente inédita. No sa­bemos lo que es vivir sin Dios, ser hechos para Él y no poder llegar a Él. El horror sin medida de esta situación ha sido intuido, sin embargo, por el mito pagano del suplicio de Tántalo. Lo que constituye el centro de atracción del entero dinamismo humano es percibido por el condenado como fuerza repulsiva; se ha perdido el sentido de una existencia que ya no tiene objeto. 

Los lugares bíblicos que describen la muerte eterna hablan, además de la perpetua privación de Dios (que es su elemento primordial), de penas de otra índole, infligidas por un agente material y exterior al condenado mismo. Mas lo hacen con un lenguaje sumamente fluctuante:

-      la gehena de fuego (Mt 18; 9) (Mc 9; 43. 45. 47) (Mt. 23, 33)

-      horno de fuego (Mt 13; 46.50)

-      crujir de dientes (Mt 13; 40)

-      fuego eterno (Mt 18; 9) (Mc 9; 43. 46. 47)

-      tinieblas exteriores (Mt 12;13)

-      gusano que no muere (Is 66; 24) (Mc 9; 44)

-      abismo sin fondo (Ap 9; 1-5) (Ap 20; 1)

-      estanque de fuego y azufre (Ap 19; 20) 

Se trata, evidentemente (como lo atestigua la variabilidad de las imágenes), de un estilo simbólico, que no puede ser tomado a la letra. La pre­ponderancia de la imagen del fuego ha hecho que se hable del «fuego del infierno». 

Que el estado de perdición sea; como alguien ha observado irónicamente, «un horno de asados», resulta franca­mente inadmisible. ¿Puede Dios crear algo cuya única razón de ser consista en servir de instrumento de tortura? Hoy nos hacen sonreír las sutiles dis­quisiciones de los antiguos acerca de la naturaleza de ese fuego, “que arde sin consumir” ... y sin consumirse. 

Los símbolos valen por lo que sig­nifican; entenderlos a la letra es desvirtuarlos. Hay algo que esos símbolos quieren decirnos. Y es que el condenado se encontrará en una tal situación de asedio y opresión sin tregua que será como un fuego que le rodea por todas partes y del que no puede evadirse. He ahí lo que las imá­genes significan; es este un «fuego» no menos terrible por ser más razo­nable. 

Desde aquí podría ensayarse una res­puesta a otro de los interrogantes clá­sicos sobre el infierno. ¿Dónde se lo­caliza? Todos los intentos de trazar un «mapa del más allá» han naufra­gado en su puerilidad.  El infierno-lu­gar, más que una determinación espa­cial, es una relación. Sería deseable incluso prescindir del término «infierno» (que evoca la idea, de “lugar inferior”) para sustituirlo ventajosamente por la expresión “muerte eterna”, más bíblica y menos mitológica. 

Siendo el pecado, en sustancia, una ruptura de comunión, la negativa al diálogo con Dios y con los hermanos, el infierno, su, fruto consumado, es la total soledad, la incomunicación abso­luta. También aquí Dios respeta escrupulosamente la opción humana. El que se había elegido a sí mismo tiene al fin lo que quería; se tiene sólo a sí, en el egocentrismo perfecto de una clausura inviolable, “Quien rehúsa el amor, rehúsa ser amado”. Y con la soledad, el silencio. La ima­gen estremecedora del único lenguaje posible en el infierno es «el crujir de dientes»; el sonido inarticulado, no significativo, no comunicativo. Nadie habla con nadie, nadie conoce a nadie («no os conozco»). Ha cesado todo dia­logo. 

s/TJ: 

Jesús nunca enseñó que los seres humanos tuvieran un alma inmortal. Pero sí habló muchas veces de que los muertos volverían a la vida (Lucas 14:13, 14; Juan 5:25-29; 11:25). Si Jesús hubiera creído que las almas eran inmortales, ¿por qué dijo que los muertos resucitarían? 

Análisis: 

Jesús creía que el alma (espíritu) es inmortal y dijo que los muertos resucitarían porque quienes resucitan son los cuerpos de los difuntos, no sus almas (espíritus) que, como hemos dicho, no mueren. 

s/TJ: 

Jesús tampoco enseñó que Dios tortura eternamente a los malvados; al contrario, dijo: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn 3;16), (Reina-Valera, 1960). Con estas palabras, Jesús dio a entender que quienes no creyeran en él no tendrían vida eterna. Ahora bien, si lo que en realidad quería decir es que sí vivirían eternamente, pero en un infierno de fuego, ¿por qué no lo dijo así? 

Análisis: 

Totalmente de acuerdo: Dios no tortura eternamente a los malvados. Son los propios malvados que, como hemos visto reciben exactamente lo que querían: desamor, soledad, vacío, alejamiento de Dios y de las personas… 

Jesucristo, como hemos visto más arriba a través de varios versículos de la Biblia, sí dijo y, claramente con palabras duras y terribles, que los malvados sufrirían eternamente en el más allá, siendo indiferente la naturaleza exacta de este sufrimiento. Los propios TJ en su primera intervención de este artículo dicen: “A primera vista puede parecer que estas palabras de Jesús en verdad apoyan la enseñanza de un tormento eterno en las llamas del infierno”. Lo que ocurre es que la interpretación de los TJ de las palabras de Jesucristo sobre este tema está tan alejada de la verdad, que, al fin, su errónea interpretación, priva sobre el propio significado original y correcto de las palabras escritas, haciendo imposible un entendimiento suficiente de la Palabra de Dios y, por consiguiente, imposibilitando también cualquier intento de acercamiento con los demás cristianos. Les ocurre como a los mentirosos que por mor de repetir ciertas mentiras al fin acaban creyéndoselas ellos mismos.