jueves, 13 de enero de 2022

LA ÚNICA RELIGIÓN QUE NOS ACERCA A DIOS ES LA QUE SE BASA EN LA VERDAD QUE ENCONTRAMOS EN LA BIBLIA

LA ÚNICA RELIGIÓN QUE NOS ACERCA A DIOS ES LA QUE SE BASA EN LA VERDAD QUE ENCONTRAMOS EN LA BIBLIA

s/Testigos de Jehová

La única religión que nos acerca a Dios es la que se basa en la verdad que encontramos en la Biblia. De hecho, las religiones que enseñan cosas que están en contra de lo que dice la Biblia alejan a las personas de Dios. Muchos creen que enseñanzas como la de la Trinidad, la inmortalidad del alma y el tormento eterno son bíblicas. Estas creencias provienen del culto a dioses falsos. (¿Nos acercan a Dios todas las religiones? JW.org)

Mi Análisis:

Según los testigos de Jehová, la trinidad, la inmortalidad del alma y el tormento eterno (las tres, enseñanzas de la Iglesia Católica), no es doctrina que se derive de la Biblia.

La comprobación es fácil:

Trinidad.  La verdad revelada de la Santísima Trinidad encuentra su expresión en la regla de la fe bautismal: “Id, pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28;19), formulada en la predicación, la catequesis y la oración de la comunidad cristiana. Estas formulaciones se encuentran ya en los escritos apostólicos, como este saludo recogido en la liturgia eucarística: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (2Cor 13;13) (1Cor 12;4-6) (Ef 4;4-6). Y también, como ejemplo, en las siguientes referencias bíblicas en las que aparecen las tres personas: (Mt 3;16-17) ((1Pe 1;2) (1Cor 6;11) (Jn 15;26) (2Cor 1;21) (2Cor 12;2) (2Cor 13;13-14) (Rom 8;16-17) (Rom 15;15-16) (Jn 14;16-17) (Is 48;16) (Is 61;1-2) (Lc 4;14-19) (Ef 2;18) (Ap 1;4-5).

Los TJ observan que la palabra “Trinidad” no se encuentra en la Biblia, con lo que concluyen que esa ausencia es prueba de que no es una enseñanza bíblica, más bien es pagana. (“¿Debería creer usted en la Trinidad?”) 

Los TJ tienen razón en cuanto a que la palabra “Trinidad” no se encuentra en la Biblia, pero no por eso deja de ser una enseñanza bíblica. Una enseñanza bíblica no se basa en el título que se le ha puesto para su distinción de otros temas, sino en su contenido. Si no fuera así, los propios TJ deberían dejar de hablar inmediatamente de “cielos espirituales”, de la “fuerza activa de Dios”, de “coapóstol”, de “Jehová”, de “juicio de los mil años”, de “teocracia”, de “milenio”, de “cuerpo gobernante”, etc. palabras todas ellas que no aparecen en el texto sagrado de la Biblia.

Inmortalidad del alma (o espíritu). Veamos cuál es esta doctrina que está ya presente en el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento lo reafirma con extraordinaria claridad. Esta doctrina enseña que el hombre se compone de "cuerpo" (o "carne" que morirá y resucitará) y "alma" (o "espíritu" que no morirá porque es eterna). De esta alma o espíritu es de la que estamos hablando.

El polvo vuelve a la tierra de donde vino, y el espíritu sube a Dios (Ecls 12;7) que lo dio” (Gn 2;7). 

Si escondes tu cara, quedan anonadados, recoges su espíritu, expiran y retornan a su polvo(Sl 104;29).  

“Las almas de los justos están en las manos de Dios y ningún tormento podrá alcanzarlos. A los ojos de los insensatos están bien muertos y su partida parece una derrota. Nos abandonaron: parece que nada quedó de ellos. Pero, en realidad, entraron en la paz” (Sab 3;1-2).  

“… y mientras le apedreaban, Esteban oraba, diciendo: “Señor Jesús recibe mi espíritu (pneuma)” (Hech 7;59) 

“Así estamos siempre confiados, persuadidos de que, mientras moramos en este cuerpo, estamos ausentes del Señor, porque caminamos en fe y no en visión, pero confiamos y quisiéramos más partir del cuerpo y estar presentes al Señor. Por esto, presentes o ausentes, nos esforzamos por serle gratos, puesto que todos hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo para que reciba cada uno según lo que hubiere hecho por el cuerpo, bueno o malo” (2 Cor 5;6-10) y también puede leerse todo el principio del capítulo 5) 

Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia. Pero veo que, mientras estoy en este cuerpo, mi trabajo da frutos, de modo que ya no sé qué escoger. Me siento urgido por los dos lados: por una parte, siento gran deseo de romper las amarras y estar con Cristo, lo que sería sin duda mucho mejor” (Flp 1;21-23). 

"Padre de los espíritus" (Hb 12;9)

Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido degollados por la Palabra de Dios y por el testimonio que guardaban. Clamaban a grandes voces diciendo: ¿Hasta cuándo...?” (Ap 6;9-10) (NC) y (NM)  

Por otra parte, es muy ilustrativo el episodio de la Transfiguración del Señor (Mc 9;1-10) (Lc 9;28-36) y (Mt 17;1-7). Y se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús (Mc 9;4). Dos hombres, que eran Moisés y Elías, conversaban con él (Lc 9;30-31). Si con la muerte, todo acaba para la persona, ¿cómo se explica la aparición de Elías y Moisés a nuestro Señor Jesucristo y los Apóstoles en el Monte Tabor el día de la Transfiguración?  

Por otra parte, de las “Actas de los mártires” de los tres primeros siglos podemos extraer, por ejemplo, los testimonios de Justino y de Policarpo de Smirna, en los que se ve claro, por sus palabras, que creen que inmediatamente después de su muerte se encontrarán ante la presencia del mismo Dios.

El origen de nuestra alma tiene una particularidad: No bastó que Dios creara el alma de Adán para que de él descendiera también el alma de cada hombre. Al elemento terrestre del cuerpo inspiró Dios el aliento de la vida (Gn 2;7). Cuando Adán exclamó al ver a Eva: "¡Esto sí que es ya hueso de mi hueso y carne de mi carne!" (Gn 3;23), no pudo llamarla "alma de mi alma", porque el alma de la primera mujer fue creada sin emplear ningún otro elemento, lo mismo que el alma de todos y cada uno de los hombres. La imposibilidad de que el alma se propague como el cuerpo por generación, se sigue de su condición espiritual. El espíritu, en contraposición a la materia, carece de partes y es indivisible. Mas la generación implica comunicación de sustancia, que pasa de los padres al hijo. La espiritualidad del alma es un dato claramente supuesto por la Sagrada Escritura. 

Veamos ahora estas palabras de Jesús al ladrón arrepentido, crucificado junto a él: “Jesús le respondió: En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23;43).  

También es sumamente relevante la parábola de Lázaro y el rico epulón (Lc 16;19-31): “Pues bien, murió el pobre y fue llevado por los ángeles al cielo junto a Abraham” (Lc 16;22a).  

Como puede verse en este pasaje (Lc 16;19-31), algo muere y es sepultado, el cuerpo (Lc 16;22b): «Murió también el rico y fue sepultado») y algo sobrevive, el alma (Lc 16;22a): «murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham». Conviene notar que la expresión «seno de Abraham» es una expresión bíblica para describir la intimidad con una persona. Aquí se presenta la participación del pobre Lázaro con Abraham en el banquete mesiánico. Algo parecido nos presenta el Nuevo Testamento acerca de Jesús para indicar su intimidad especial con el Padre: «A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado» (Jn 1;18).  Así pues, la expresión «seno de Abraham» designa la morada bienaventurada de las almas de los justos después de la muerte, junto a Abraham, nuestro padre en la fe (Mt 8;11-12). Para los cristianos, es estar junto a Jesús, el que inicia y consuma nuestra fe (Hb 12;2), como se puede ver en (Lc 23;43) (Flp 1;21-23) y (2Cor 5; 6-9).  

Otro pasaje significativo es el siguiente donde san Pedro nos dice que Cristo predicó a los espíritus encarcelados:  “Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu. En el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados, en otro tiempo incrédulos, cuando les esperaba la paciencia de Dios, en los días en que Noé construía el Arca, en la que unos pocos, es decir ocho personas, fueron salvados a través del agua” (1Pe 3;18-20). 

Este texto, san Pedro hace alusión al descenso de Cristo a los infiernos (el Seol para los hebreos) luego de su muerte en la cruz, donde predica a todos aquellos justos que estaban retenidos de espera de que Cristo con su muerte y resurrección abriera el camino para entrar en el cielo (Hb 2;10) (Hb 9;8) (Hb 9;15) (Hb 10;19-20) (1Pe 3;19). 

En (Gl 5;16-26) y (1Cor 2;11) se ve claro que el hombre está compuesto por el cuerpo y por el alma (carne y espíritu) y con tendencias contrarias y por tanto, con frutos distintos.

El animal no puede ser nunca igual al hombre, porque éste goza de una dignidad que no posee el animal. El animal, simplemente fue “hecho” mientras Dios “decía” “procread y multiplicaos”. (Gn 1;22) El hombre fue hecho “a imagen y semejanza” de Dios, “diciéndoles” procread y multiplicaos” (Gn 1;28). Sólo al hombre lo constituyó responsable de sus actos. Sólo al hombre le inspiró en el rostro “aliento de vida” (Gn 2;7) La Biblia, niega toda inteligencia a los animales. En cambio, concede al hombre algunos de los atributos que se refieren a Dios (inteligencia, justicia, amor, etc) consecuencia de la semejanza del hombre con Dios. 

Abraham, Isaac y Jacob, estaban muertos en tiempo de Moisés. Pero cuando Dios habló a Moisés desde la zarza, le dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob…” (Ex 3;6) (Ex 3;14-15). Dios no dijo “Yo fui o era”, le dijo “Yo soy…”. Ahora bien, nadie se dice Señor y Dios de una cosa que ya no existe. De ello se deduce que Abraham, Isaac y Jacob, estaban vivos. Y es que “Dios no es Dios de muertos sino de vivos” (Mt 22;32) (Mc 12;26-27) (Lc 20;37-38). Todo ello prueba directamente, no sólo la existencia del alma o espíritu, sino también su inmortalidad “porque para Él todos viven” (Lc 20;37-38). Y ¿qué es lo que vive si su cuerpo se deshace en el sepulcro?  

Es un hecho que nuestro cuerpo se renueva de continuo, hasta tal punto que, transcurridos un cierto tiempo, no queda una sola partícula de lo que era. Con todo cada uno de nosotros sabe que es siempre un mismo individuo el que siente, piensa y quiere. En el hombre, existe, pues, un principio que no se muda cuanto a su sustancia, porque es espíritu, y este principio es lo que se llama “alma”.

Tormento eterno. Jesucristo lanzó en varias ocasiones una serie de exclamaciones que nos hablan de una manera clarísima y objetiva de la existencia de algún castigo terrible que después de la muerte se aplicará a los inicuos: “…el que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valiera que le colgasen al cuello una piedra de molino de asno y le arrojaran al fondo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Porque no puede menos de haber escándalos; pero ¡ay de aquel por el que viniere el escándalo!” (Mt 18;6,7) Y también: “Dijo a sus discípulos: Es inevitable que haya escándalos; sin embargo ¡ay de aquél por quien vengan! Mejor le fuera que le atasen al cuello una rueda de molino y le arrojasen al mar antes que escandalizar a uno de estos pequeños” (Lc 17;1,2) 

No hablamos del escandalizado sino de los que escandalizan. Quizá el sujeto de las últimas palabras de Jesucristo es una persona que vive indiferente a los problemas de Dios, que vive una vida de placeres siendo “causa de tropiezo” para muchos. Sufre un ataque al corazón a avanzada edad y quizá sin enterarse se muere plácidamente. A esta persona y a tantas otras con actitudes y vida parecida, van dirigidas las palabras de Jesucristo: “Mejor le fuera que le atasen al cuello…” ¿Por qué? Si como aseguran los TJ, esta persona muere tranquilamente al cabo de años de abusos, escándalos y placeres sin querer saber nada de Dios, y ahí se termina todo, ¿por qué Jesús ha de decir de ella con tanto énfasis ¡ay de aquél por el que viniere el escándalo!, y proponer que mejor le es sufrir una muerte por ahogamiento antes que escandalizar a una sola persona. No se entienden las palabras de Jesucristo a no ser que, por haber escandalizado sin enmienda de ello, a esta persona le espere después de la muerte algún tipo de correctivo que trate de equilibrar el desorden causado en su vida. Y para que este correctivo sea efectivo, la persona que lo recibe ha de estar consciente, ha de comprender lo que le está pasando y por qué le está pasando. 

Ahora no hablamos de si este correctivo es de fuego o no, si va a ser en un lugar llamado Sheol, o infierno, o como sea… Lo único que consideramos ahora es la necesidad de la existencia de un correctivo consciente después de la muerte –no hay otro momento- para los que conscientemente han truncado el orden establecido por Dios.

En otra escena, (Lc 6;25), Jesucristo dice que los que están saciados ahora, “padecerán hambre”. Es algo que, para sentirlo, para experimentarlo, se ha de estar consciente. Jesucristo dice que los que ríen ahora (se ríen de su doctrina) se lamentarán y llorarán. ¿Cuándo? Ya hemos visto que en esta vida no experimentamos estos correctivos, todo lo contrario, en muchos casos. ¿Entonces? Está claro que, para padecer hambre, para llorar, se debe estar consciente. Y aunque se quiera interpretar simbólicamente las frases “padecer hambre” o “lamentarán y llorarán”, lo que no podemos es quitarle su sentido activo, su sentido de consciencia, porque entonces desbarataríamos toda la frase y le anularíamos todo el sentido que se deprende de ella sin necesidad de forzar ninguna expresión.

Otro punto en el que se ve claro que el correctivo que les espera a los inicuos tiene que ser consciente y muy superior a cualquier muerte que nos pueda ocurrir en esta vida, es (Heb 10;28-31): Si el que menosprecia la Ley de Moisés, sin misericordia es condenado a muerte sobre la palabra de dos o tres testigos, ¿de cuánto mayor castigo pensáis  que será digno el que pisotea al Hijo de Dios y reputa por inmunda la sangre de su testamento, en el cual Él fue santificado, e insulta al Espíritu de la gracia?” 

Vamos a suponer para entenderlo, un inicuo en tiempo de Moisés y uno después de Jesucristo, hoy, por ejemplo.

Dice la Biblia que el inicuo en tiempo de Moisés, por el testimonio de dos o tres se le hacía morir sin compasión. Por lo tanto, se le segaba la posibilidad de nuevos placeres y además se le proporcionaba una muerte sufrida, a sangre fría. Si al inicuo que ha pisoteado al Hijo de Dios además de no segarle la posibilidad de nuevos placeres se le permite que disfrute todo el resto de su vida de los placeres del pecado o quizá muera plácidamente en su lecho a longa edad, ¿dónde está el más severo castigo que para este segundo personaje vaticina (Hb 10;28-31) si después de la muerte este personaje ya no va a sentir nada más ni va a ser consciente de nada? 

Decididamente y de un modo claro demostrado por la razón y por la Biblia, después de la muerte ha de existir una compensación o castigo consciente para quien durante esta vida haya perturbado conscientemente el orden establecido por Dios.